La noche de insomnio me aclaró las ideas. Pasé las horas en vela, sentada con las piernas cruzadas sobre la alfombra del cuarto, mientras la casa se dormía y quedaba envuelta por la oscuridad. Escuché los pasos de los vecinos de arriba marcando el tiempo sobre mi cabeza. Vi que la televisión parpadeaba en la casa de enfrente, haciéndole compañía a alguien a quien no alcanzaba a ver.
Desde la ventana abierta me llegó también el llanto de un recién nacido y cerré los puños hasta que las uñas se me clavaron en la palma de la mano.
Apoyé la cabeza sobre las rodillas, tratando de entender qué me impedía ir a la habitación de mis padres, meterme en la cama matrimonial en medio de los dos y contarles todo.
¿No están para eso los padres?
¿Y qué clase de madre podría ser yo, que todavía necesito a mis padres? Es verdad, tal vez preferiría tener una versión ligeramente modificada de ellos... pero ahora no los puedo cambiar.
Durante un rato me acosté para que las ráfagas de aire caliente que entraban me acariciaban la cabeza y los hombros. En esa posición encontré el valor para poder tocarme la panza. Desde que descubrí que no estoy sola dentro de mi cuerpo, lo trato como si fuera algo ajeno.
Renovar el contacto con mi piel hizo que se levantara un telón en mi cabeza. Apoyé las dos manos, una encima de la otra, donde termina la panza y se hunde para levantarse de nuevo cerca del pubis. Creo que el chichón está más o menos a esa altura. Ahí era donde buscaba la sonda del ecógrafo.
Un bebé adentro. Invisible, pero muy presente. Encerrado dentro de mi panza desde que, desde afuera, parece igual de chata que siempre. Con las manos no se percibe nada, aparte de algún borboteo como el que sentís en el vientre de un perro dormido. Y, sin embargo, pesa tanto. Es como una bomba que explota en cámara lenta. Algo que seguiré cargando conmigo incluso cuando mi panza vuelva a estar chata y vacía, pero vacía en serio. Algo por lo que todos me juzgarán. Y si al menos fuera eso solamente... Algo por lo que me juzgaré a mi misma en el futuro y resto de mi vida.
De repente empecé a ver bebés por todas partes. Y mujeres cansadas, que solamente son el motor que empuja un cochecito con juguetes y con un cuerpito que se retuerce y chilla como si toda aquella atención y todo ese sol no le alcanzara para ser feliz. Y miro las revistas y todas las mujeres son flacas, perfectas, y sonríen sin pensar. Yo, en cambio, me siento hundida por el peso de esa panza invisible que ya me ahoga, y quisiera escaparme sin hacer ruido y dejarla ahí, o tal vez no, quisiera hundirme adentro yo también y dejarme acunar como cuando era chiquita y las frazadas de mi cama era un capullo que alejaba a todos los monstruos del mundo: los que estaban debajo de la cama, los que acechaban detrás de la puerta y los que eran invisibles para siempre, sueltos por la ciudad, esos en los que nunca se piensa.
No dormí nada, estoy segura. Pero temprano a la mañana me sentí llena de energía.
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Una Delgada Línea Rosa - Annalisa Strada
Teen FictionNo es una noticia fácil de digerir: Perla, estudiante de cuarto año y gran deportista, está embarazada. Nadie esperaba que a ella, tan responsable, le sucediera algo así. Sin embargo, habrá que enfrentar la realidad, hablar con la familia y hacerse...