El Club De Los Padres.

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    La imágen de la mamá con la que Silvia quiere que hable me persigue toda la noche. Tirada en la cama, miro fijo el techo mientras Allegra respira profundamente con la cabeza al lado de mis pies y los pies arriba de mi almohada. Ya estamos demasiado grandes como para dormir las dos en una cama una plaza sin estar incómodas. Pero no es por eso que no duermo. La señora Cristina, alias mi madre, es igual de tierna que una piedra. Mi abuela Stella es la persona más dulce que conozco y no puedo entender que haya criado a una mujer autoritaria, mandona y cabeza dura como mi madre. En el ejército habría sido teniente coronel, pero es tan estricta hasta para los estándares militares que solo hubiera entrado en servicio en caso de guerra mundial. En un documental podrían haberla presentado con un rugido. En una película, Marilyn Manson hubiera hecho la banda sonora. En cuanto a dialogar, hablar con ella es como hablar con un sordo que tuviera el audífono apagado. Y lo que entiende por "intercambio de opiniones" es que el interlocutor cambie sus razones por las de ella y después se quede callado.

    ¿Y yo tengo que ir corriendo a contarle sobre mi embarazo? Qué divertido...

    Basta con mirarla para hacerse una idea. Cristina (siempre ella, mi madre) ya está peinada, maquillada y vestida a las siete de la mañana, y te espera para el desayuno al lado de la hornalla, con la mirada fija en el reloj. Mis hermanitas Stella y Regina, que son gemelas (están en segundo grado, vale aclarar), una vez le dijeron:

    —¡Si nos mirás así, no podemos comer!

     Yo las entiendo perfectamente. Y eso tampoco es lo peor de todo. En su mirada siempre hay una sola demanda, que brilla como un cartel luminoso y dice: "¿No podés hacerlo mejor?".

    A veces esta pregunta produce efectos positivos: si está en las gradas cuando corro, saco mejor tiempo (4' 20"). Mi boletín está lleno de números que rozan el diez (promedio de 8,75). Cuando se trata de hacer cosas que se miden con números, es un gran estímulo. Pero un bebé en la panza no es un número, ¿o sí? Y un bebé en la panza por haberse regalado primero que pasa tampoco sería un número alto, ¿no? Creo que nunca le voy a decir a mi mamá que estoy embarazada.

    Me quedo dormida y sueño que estoy dentro del horno mientras mi mamá me mira desde la puertita y programa el tiempo de cocción. Bueno, rellena estoy, de hecho.

    Me despierto y me levanto para ir al baño. La casa entera duerme y hace tanto calor que hasta las baldosas queman bajo mis pies descalzos. Frente al espejo del baño me levanto la camiseta del pijama. Panza chata. Pero chata, chata. Si aguanto la respiración, se marcan los abdominales suavemente y los huesos sobresalen un poco. Tal vez más que de costumbre. ¿De verdad hay alguien ahí adentro?

Una Delgada Línea Rosa - Annalisa StradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora