8- Demandas Y Abogados

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-¡Me da igual que estén ocupados!

Maiko me miraba estupefacta.

-No, no soy la madre de nadie, ¡quiero interponer una queja por daños y perjuicios!

Ya le había dado tres vueltas a la estantería de los productos de limpieza de dentro de la tienda con el móvil en la oreja. Había llamado a la UA dos veces y seguían dándome largas.

-¿Que por qué? -le dije a la mujer que me cogió el teléfono -¡Porque uno de sus senseis está acosándome sin motivo! ¿Le parece poco? Sí, ese que viste de negro... ¡sí, señora, ése! ¿Qué clase de gente tienen ahí trabajando? No, soy una empleada de... ¡Oiga!

Y volvieron a colgar.

Con un bufido de rabia volví al mostrador y dejé el teléfono allí de un golpe. Casi le rompo la pantalla e intenté calmarme. Sería lo mejor. Suspiré varias veces hasta que recuperé un poco la compostura.

Maiko no se atrevía ni a hablarme, nunca me había visto así. Por la mañana había estado comentándole lo que había ocurrido la noche anterior y ella misma buscó en el directorio el número de teléfono de la academia. Sólo había uno, así que llamé a aquel, pero en la primera llamada me dijeron que estaban ocupados, que me calmara y que llamara más tarde.

-¿Cómo se supone que debo comunicarme con ellos? -le dije a Maiko-Creo que estoy en mi derecho, ¿no crees?

-Creo que hablando más bajo-sonrió mi compañera.

Bufé de nuevo.

-Eso es lo que acaba de decirme esa mujer...

-Ponte en su lugar -me aconsejó -. Si alguien llama a la farmacia gritando, ¿qué harías?

Tenía razón.

A nadie le gusta hablar con una persona que está en un estado de nervios como el que yo tenía aquella mañana. Lo más lógico era que me colgaran y me mandaran a paseo.

-Te invito a almorzar-me ofreció Maiko-. Vamos ahí al lado, donde probaste el sushi hace dos semanas, y luego llamas de nuevo. Me pareció buena idea.

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"Ese chico tiene potencial, mucho potencial... pero tiene tanta rabia... es exactamente eso lo que no le hace evolucionar.

Sus lanzamientos no son precisos por ese motivo... su impulsivismo lo lleva a quedar por detrás de otros tras un error y eso no le hace más que aumentar su rabia. La pescadilla que se muerde la cola".

Unos veinte jóvenes vestidos con uniforme de gimnasia azul corrían bajo el sol de un avanzado mes de abril por el campo arenado de educación física anexo al gimnasio. Había decidido moverlos un poco para que desfogaran esas energías de adolescente, a veces tan intensas y difíciles de llevar.

Ya llevaban casi tres vueltas al campo y aún seguía observando cierto barullo entre algunos de ellos.

Aizawa miró el reloj.

Una hora.

Aún le quedaban treinta minutos de clase.

Había estado probándolos y observando de nuevo sus cualidades, su carácter... cómo reaccionaban bajo presión y cuál era el criterio de resolución de cada uno en determinadas circunstancias.

En realidad no estaban mal, pero sin duda todos necesitaban pulir sus dones y su modo de actuar, aunque no podía quejarse aquel año de la clase 1A.

Odiaba reconocerlo en público y jamás lo haría... al menos tan pronto, pero esos chicos prometían bastante.

Hacía calor y bajo el mechón de pelo que le caía sobre la frente se escurrió una gota de sudor hasta su ceja derecha. Cerró el ojo e instintivamente se llevó una mano a la cara.

Yakusoku - PromesasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora