11- Embustero Traidor

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Aquella misma madrugada reventaron la farmacia donde yo trabajaba.

La señora Yamagawa llegó a su negocio cinco minutos antes de abrir y se encontró el desastre ante sus ojos. Un vehículo extraño se hallaba hundido hasta su mitad dentro de la tienda. La persiana metálica había cedido completamente y estaba arrugada y aplastada en el suelo más adelante. Los cristales de las puertas correderas alfombraban toda la entrada llegando a encontrarse muchos de ellos junto al mostrador y sobre él, además de sobre las estanterías que aún quedaban de pie.

Aquello costaría un dineral en arreglos.

Maiko estaba consolando a la pobre señora Yamagawa cuando llegó la policía. Los vecinos más cercanos se arremolinaban frente a la farmacia murmurando entre ellos sobre lo ocurrido, curioseando, y uno de los policías tuvo que ocuparse de que no traspasaran el lugar de los hechos.

Por mi parte, me encontraba realmente confusa.

Sospechaba quién había hecho aquello y la policía estaba allí, justo ante mis narices. Yo tenía el nombre de uno de los posibles atracadores y su teléfono, y Maiko su dirección, pero... ¿y si no había sido él? Aún no podía concebir que Yukio pudiera tener la sangre tan fría como para destruir el lugar de trabajo de la chica con la que estaba saliendo.

Caminé un par de pasos hacia el policía que interrogaba a la desolada señora Yamagawa, pero lo pensé mejor y me detuve al recordar las palabras de Aizawa en cuestión de intromisión.

Podría verme en peligro.

Y además meter por medio también a Maiko no me parecía la mejor opción.

Decidí callar y dejarle todo aquel asunto a la policía, ellos se encargarían.

-Señora Yamagawa, vaya con ellos a comisaría-le dije a la llorosa mujer cogiendo sus manos-. Maiko y yo recogeremos todo este desastre -me dio las gracias-. Del resto el seguro se encargará.

Hiriko se marchó con los agentes en el coche de policía hacia la comisaría después de precintar el lugar y hacer fotos por todos sitios mientras Maiko y yo intentábamos recoger cristales y levantar estanterías abolladas. Fuimos amontonando todos los envases rotos después de obtener el permiso de la policía para tirarlos más tarde a la basura y barriendo y limpiando toda la sala. Una grúa municipal llegó más tarde para sacar el todoterreno del interior del establecimiento y llevárselo a la jefatura, donde lo revisarían para obtener pruebas y tratarían de contactar con su dueño.

Pruebas...

Dejé de barrer de pronto y alcé la vista hacia la parte superior de las paredes y sobre la puerta de entrada.

La señora Yamagawa había instalado cámaras de seguridad a raíz de los primeros atracos.

La señal que emitían esas cámaras llegaban por cable a un aparato grabador de DVD que se encontraba escondido en un armario de la trastienda.

Era la prueba definitiva.

Pasé junto a la zona farmacéutica, la que por supuesto habían registrado sin miramientos y llevado los medicamentos con el componente que buscaban y entré a la trastienda. Me aseguré de que Maiko estaba ocupada hablando con unos vecinos a través del cordón policial y abrí el armario metálico.

Dentro estaba el aparato funcionando.

Dudé antes de detenerlo y sacar el disco. ¿Y si la policía o la señora Yamagawa querían ver ese día las imágenes? Para la investigación policial esas pruebas eran fundamentales...pero por otro lado, en un rincón de mi subconsciente, quedaba aún un atisbo de negación y ansiaba comprobar por mí misma la veracidad de las palabras de Aizawa. Si nadie venía a por él ese día, podría coger el disco antes de terminar esa tarde, lo vería en mi portátil en mi apartamento y lo pondría de vuelta en su sitio justo al día siguiente. Nadie se enteraría.

Yakusoku - PromesasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora