El principio

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        Yo era esa niña que corría, empapada con la mochila al hombro. Yo entré en aquella librería cuyo dueño, gruñón y arisco me miraría por encima del hombro. Yo robé ese libro, sí, lo robé o él me robó a mí.

         Así comienza el viaje de Bastian, mi viaje, atrapada por las cosas más maravillosas que nadie pueda imaginar. Mi mente infantil volaba sin control, sin ataduras, libre como un pájaro, creaba mundos más allá de cualquier frontera, de cualquier ley, batallas, dragones, héroes, pérfidos villanos... Todo era mío y yo era parte de todos ellos.

       Crecí, pero Fantasía jamás me abandonó ¿o quizá fue esa parte de mí que viviría allí para siempre la que nunca abandonó Fantasía? La visité años después y allí seguía, tan majestuosa y rica como siempre, pero a la vez tan frágil... Incluso ahora, cuando mi espíritu está inquieto retomo mi lectura de "La Historia Interminable" desde una página al azar y eso lo aplaca, como el canto de una nana tranquiliza al bebé que llora.

         En secreto y por puro placer, algunas noches, me escabullo buscándola. Busco a Morla y su sabiduría, cabalgo junto a Atreyu a la caza del búfalo, esquivo a Gmork y su desgarrador aullido y encuentro el consuelo en los Ojos Dorados de la Emperatriz. Y lo seguiré haciendo, pues hay algo que nos conectará para siempre, ese lazo que nunca se rompe, el de una niña solitaria y su primer libro "de mayores", aquel que la ha convertido en lo que es hoy.

         Gracias, Ende, gracias por todo. Algún día podré decírtelo, allá donde vayamos todos cuando nos marchamos de aquí. Pero eso será otra historia y deberá ser contada en otra ocasión...

La contadora de sueños. Relatos cortos, cotidianos, mágicos y épicosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora