6. Amanece en la playa

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DALIA

El encuentro en la biblioteca con Argus me ha hecho reflexionar durante el fin de semana. ¿Es verdad que El Diario de Greg no es un clásico? Lo encontré entre un ejemplar de Romeo y Julieta y otro de Shakespeare, por lo que supuse que ese también lo sería. Además, la mitad de libros estaban en italiano, no entendía nada de lo que ponía en los títulos.

El lunes por la mañana, me limito a asistir a las clases. A primera hora tengo matemáticas, y me la paso garabateando en mi cuaderno sin prestar atención a las explicaciones de Matteo, el profesor.

La segunda sesión del día es literatura. Teo entra en el aula dando zancadas y se coloca delante de la pizarra.

— Buenos días a todos. ¿Tenéis los libros?

Afirmamos todos a la vez, asintiendo con la cabeza.
— Perfecto, pues de uno en uno me los vais diciendo. ¿Os parece que empecemos por ahí? Nina, dinos cuál has elegido.

Hamlet, de William Shakespeare — comenta ella. Se me viene a la mente el recuerdo de ver ese libro en la estantería de la biblioteca. Debería haberlo cogido.

— Muy bien. Por allí al fondo, Samuele.

El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde — dice mi amigo, enseñando el libro en alto.

— Ese tiene mucho fondo, espero un buen análisis — añade el profesor, y Sam le responde sacando el pulgar. — Ahora, la chica de al lado. ¿Cómo te llamabas?

— Dalia.

— ¿Qué libro has elegido? — me pregunta, con una sonrisa. Es mi momento, rezo por que sea un clásico y no quedar en ridículo delante de todos mis compañeros.

El Diario de Greg, de Jeff ... Kinney — miro a Teo con expresión de duda. Por favor, por favor, por favor.

De repente toda la clase se empieza a reír a carcajadas. Me señalan y comentan entre ellos lo que acabo de decir. El profesor niega con la cabeza, decepcionado.

Mierda.

— ¿Es una broma? — me pregunta Teo, totalmente descolocado. Bajo la cabeza, muerta de vergüenza. Podría mentirle, pero mi cara me delataría. — Madre mía.

— Es que... — empiezo a explicar, pero me corta.

— ¿Cuántos libros te has leído en toda tu vida, Dalia? — pregunta, en un tono no muy amigable.

Me muerdo el labio.

— Mm... creo que no he llegado a terminarme ninguno — me arrepiento al segundo de haber soltado esa información.

— Pues tienes un problema gordo, muy gordo — comenta — Y como no lo soluciones rápido, vas a suspender la evaluación.

Mis compañeros comienzan a murmurar, y Samuele me mira perplejo. ¿Y ahora qué hago? Mi profesor es un exagerado, no creo que la situación sea para tanto.

— ¿No puedo cambiar de libro y enseñártelo mañana? — propongo.

— ¿Tú te crees que vas a entender un clásico sin haber tocado un libro en tu vida? — replica de forma arisca. En realidad tiene razón — Tengo que seguir con la clase. Bueno, tu turno Pablo.

He llegado a dos conclusiones. La primera, Teo es un borde. La segunda, tengo que ponerme las pilas y no sé cómo.

Cuando suena el timbre salgo pitando del aula notando la mirada del profesor a mi espalda.

* * *

Termino todas las clases de la mañana y me encamino hacia la salita en la que Dorotea me espera para dar canto.

IgnorantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora