11. Baile Ciego

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Las semanas pasan muy rápido, repletas de exámenes y tareas que realizar. Todas las noches leyendo Orgullo y prejuicio detenidamente con Argus para entenderlo bien. Y así, sin apenas notarlo, septiembre da paso a octubre, y llega el día treinta y uno: Halloween. No hay clases, por lo que salimos al jardín trasero a tomar el aire durante la mañana. Nos sentamos en la sombra bajo el sauce, yo recostada en el ancho tronco y Gia apoyando su cabeza en mis piernas. Hace frío, pero sacamos un libro cada una y nos mantenemos inmersas en nuestras lecturas, olvidando el frescor del ambiente. Mi libro, por desgracia, es el de la clase de italiano. Un rato más tarde se nos unen Sam y Fer, que vuelven de entrenar.

— Chicas — saluda Sam — Tenemos noticias.

— ¿Qué noticias? — pregunto con curiosidad.

— Sabéis que normalmente en Halloween dejan a los alumnos irse a su casa a ver a su familia un par de días, ¿no? — comienza a explicar — Pues Pace me ha comentado que hoy, cuando todo el mundo se haya ido, va a celebrar una fiesta de disfraces exclusiva para nuestra hermandad.

Mi mente repara en el nombre Pace. ¿Por qué me suena tanto? Se me enciende la bombilla un milisegundo más tarde, cuando recuerdo una conversación con Gianna a principios de curso. Con que a Argus Pace le gusta la marcha...

— ¿Fiesta? — dice Gia, que ha cerrado su libro y se ha incorporado para enterarse de los detalles.

— Sí. Se llevará a cabo en los almacenes del sótano sobre las diez de la noche y habrá que ir disfrazado.

— ¿De algo en específico? — inquiero.

— Argus ha dicho que podemos elegir la temática, pero a nosotros no se nos ocurre nada. ¿Alguna idea?

Gia se queda pensando mientras los demás desechamos una sarta de personajes de televisión. Tarda unos segundos hasta que exclama:

— ¡Lo tengo! ¿Dónde está Pace? Que voy a ir a decírselo.

— Dímelo a mí y se lo propongo yo — responde Sam.

— No, porque quiero que sea una sorpresa.

— Pero ¿cómo va a ser una sorpresa si tenemos que conseguir nuestros disfraces antes de la fiesta, Gia?  — le pregunto, un poco harta de las ideas secretas de mi amiga.

— Tú ponte el vestido de noche más caro que tengas, luego te ayudo a elegirlo. Vosotros traje — dice dirigiéndose a los chicos — Vestiros como si fuese Nochevieja. Necesito encontrar a Argus. YA.

Sam resopla y entorna los ojos.

— Siempre igual de misteriosa... Está en su despacho.

— ¡Genial, gracias! — grita, dándose la vuelta y entrando escopetada en el internado.

— Pensaba que Halloween consistía en dar miedo, no en... parecer rico. — comenta Fer, negando con la cabeza.

— Ya eres rico — apunta Sam dándole una colleja.

— Es verdad. Voy a ducharme — responde el otro, atizándole un golpe a Samuele en el hombro.

Recoge su bolsa de deporte del suelo y se aleja para entrar en el edificio. Sam en cambio ocupa la posición de Gia, con su cabeza sobre mi regazo. Empieza a hablarme de lo agotado que está por el entrenamiento, de lo que conlleva ser capitán en un internado tan prestigioso y de mil cosas más que a mí me empiezan a sonar como "bla bla bla". Mientras tanto yo paso mis dedos por sus marcados rizos cobrizos, distraída. Mi mente viaja a la fiesta de esta noche, al vestido que me pondré, a la gente que asistirá, a Argus... Lo bien que se portó conmigo aquel día de finales de septiembre cuando me caí por las escaleras y la forma en que volvió a su estado tacaño natural al día siguiente como si nada. Y yo fui tan estúpida de pensar que su sorprendente solidaridad fue su forma de disculparse por lo que me dijo. Desde entonces nos hemos visto solo en la biblioteca, y la mayoría de las veces ha habido una discusión sin sentido causada por los arrebatos de enojo que me invaden cuando estoy cerca de él.

IgnorantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora