Capitulo. I

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I. Al fin conoceré a mi familia paterna.

A mitad del verano, nos encontrábamos en la casa de los abuelos.

Una casa un poco más grandes que las promedio, con un lago majestuoso casi aun lado de esta.

Nos transportamos en el coche de mi padre, donde solo se encuentran asientos para cinco personas—en la parte delantera el chofer y el copiloto mientras en la parte trasera solo tres personas—y éramos seis a esto le sumamos mucho equipaje innecesario de mi prima por ende tuve que irme en la maletera con muchas cosas más.

—Bienvenidos sean.—Escuche a lo lejos.

En ese momento desperté y con un poco de miedo a que me olvidaran en la maletera comencé a gritar.

—¡Sigo dentro del coche!.—Golpeteaba dentro del coche.

Nadie me escucho.

Escuche cuando cerraron la puerta principal de la casa dejándome en el coche.

Si, me encontraba en la maletera del auto y no estaba nada cómoda.

Sudorosa, saque mi celular como pude de mi bolsillo y lo encendí, los minutos parecían horas esperando, trate llamar a mi padre.

Que ilógico.

—Contesta, contesta, contesta.—Repetía una y otra vez mientras escuchaba el tono.

—El numero que usted marco no puede ser procesado.—Con rabia colgué e intente marcar al número de mi mamá.

Y, ya no tenia cobertura.

Ya teniendo en claro que duraría en la maletera un buen tiempo.

Me dispuse a pensar en Todo lo que había sucedido en estos últimos meses: Primero fue los problemas de siempre con mis padres—los cuales empeoraron mucho más de lo que estaban—. A esto se le sumo el grave problema de mi mejor amiga; que en resumen, yo estaba tratando de "incorporarla" a mi circulo de amigos—algo que fuese mejor no haber hecho—unas pocas semanas después de esto, ella acosaba ferozmente a la mejor amiga de mi prima. Lo cual termino con nuestra amistad y la poca confianza por parte de mi familia —tratándome como lesbiana y a mi ex mejor amiga con problemas psicológicos y sexuales—. Si estaba pasando por ese momento difícil de dejar una relación amistosa de cuatro años, lo cual me afecta y me afectara—Allí entendí que poseo una maldición, donde mis amistades no duran más de cuatro años.—Sencillamente estaba maldita o bendecida a pasar lo ultimo de mi vida sola.

Comencé a llorar.

Por lo sola que me sentía.

Por lo vulnerable.

Por lo idiota que me sentía o que soy.

Por que a pesar de haberlo intuido no me aleje, ¿Por qué?.

O no solo por eso lloraba.

Ni yo misma me comprendo.

Ya me cansaba fingir que todo estaba bien, ocultando: las ojeras, hematomas, rasguños, sentimientos, pensamientos o cualquier otra cosa que no fuera sonreír y fingir que todo estaba bien que mis padres no me golpean hasta desfallecer; que mi madre no se droga, y que mi hermana no es una psicópata. Tal vez por eso lloraba.

O como siempre me gritaban—¡solo eres una cabeza hueca!.

Allí volví a la realidad. Cuando una persona abrió la puerta del auto, para estacionarlo en la cochera. O al menos eso pensé.

Crónicas de un pobre adolescente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora