CAPÍTULO 1

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CAPÍTULO 1: BEBE

¡Joder! Si cualquier persona hubiera tenido que pedir un consejo en ese mismo momento, le hubiera recomendado que en su puta vida intentara hacerse un piercing por su propia cuenta. En serio, se infectan.
Yo ya iba por el sexto agujero en mi oreja izquierda que fue acompañado por el quinto castigo que me ponía mi madre por hacérmelos sin su permiso.
Lo peor de todo, es que iba con prisa.
Había quedado con Bratt, que me recogería en su coche para llevarnos a una fiesta en casa de los chicos de último curso, no sin antes parar en recoger a mi mejor amiga Lavender.
Lavender y yo éramos hermanas de otra madre, nuestras madres eran mejores amigas y por ende, nosotras también.
Habíamos ido juntas a todos los sitios, habíamos viajado, habíamos ido a eventos familiares, íbamos al mismo instituto y evidentemente éramos el alma de las fiestas.
Sin embargo, éramos muy diferentes, yo era una chica con un estilo muy definido y un carácter muy fuerte. Si había que ir a por alguien y reventarlo a puñetazos, yo lo hacía. Además, adoraba improvisar y no planificar absolutamente nada, de ahí mis malas notas en el instituto.  En cambio, Lav era más reservada, era una máquina que funcionaba las 24 horas del día y prefería planearlo todo para que nada saliera mal.
Digamos que eramos el blanco y el negro o como me gustaba decir a mi, yo era un grano en el culo, y ella una peca adorable que te salía por culpa del sol.
En cuanto a chicos también teníamos gustos distintos, ella era una enamoradiza a la que le encantaban los chicos buenos, chicos que les presentaría a sus padres,chicos que irían a misa, sin embargo, yo, yo era un puto desastre. En las fiestas siempre terminaba comiéndome al primer chaval que me hiciera ojitos o que me pidiera bailar y me pareciera lo suficiente guapo como para enrollarse conmigo y con mucho orgullo.
No es por echarme flores, pero había muchos chicos que querían enrollarse conmigo, y yo los usaba a todos y a cada uno de ellos como pañuelitos de papel. Todas las personas que he conocido, han salido mal paradas de eso a lo que los ñoños llaman amor.
Siempre era igual, uno se enamoraba de otro y cualquiera de los dos salía dañado por una razón de mierda.
¿Para qué coño te sirve atarte a una persona, si te iba a ahogar en el intento?
Podrás llamarme fría o te podrás reir de mí, pero nunca me verás postrada en mi cama, comiendo helado hasta rabiar por culpa de que un ser con pene haya decidido no echarme cuenta.

Volviendo a ese día, estaba terminando de mi planchar mi pelo (recién teñido de negro) cuando un mensaje de Bratt me llegó.
"Estoy dónde siempre boobie".
"Boobie" era el apodo cariñoso que nos decíamos el uno al otro, después de enrollarnos en una fiesta, dónde el me vio mis pechos. Un mes después, me confesó que era gay y que había bebido demasiado y desde ese día, nos hicimos inseparables.

Salté mi ventana sin hacer ruido alguno, intentando ser lo más discreta posible para que mi madre no me castigara (otra vez), crucé el jardín, y quité la tabla de madera rota de la valla que rodeaba mi casa. Justo detrás, se encontraba el coche de mi amigo que me sonreía desde el cristal de su ventana.
Me dirigí al lado izquierdo, en el sitio del copiloto (porque sí, vivíamos en Londres señoras y señores) y le saludé con un beso en la mejilla.
¡Joder boobie cada día estás más bueno!Hoy superas tu récord-dije yo mientras él me miraba altanero.
Mi amigo era tremendamente atractivo, tenía un cuerpo atlético y su pelo rojizo, que hacía que cualquiera cayera en sus hechizos , fuese hetero, gay o lo que sea. Por algo me enrollé con él, se llama tener gusto.
Evidentemente, a ver quién consigue más esta noche, preciosa.- dijo él mientras aceleraba y nos movíamos a casa de Lavender.

Tardamos menos de cinco minutos en llegar a la casa de mi mejor amiga,ella vivía prácticamente al lado y tardamos muchísimo menos en intentar no mearnos de la risa al ver como trataba de escaparse de su habitación.
Algo me desconcertó, y fue ver que la luz de la habitación de al lado de la de Lav, estuviera encendida. No podía ser posible...
¡Hola cerdos!- dijo mi amiga animadamente. Ella, llevaba una falda de cuero negra, acompañada de un top de manga larga blanco, que hacía contraste con su pelo rubio y sus ojos color miel. En algún momento de mi vida, yo tuve el pelo casi como ella.
Yo sin embargo, me decanté por una falda pantalón negra muy corta y una camiseta transparente oscura, que dejaba ver mi lencería del mismo color.
Todo lo combiné con mis inseparables Dr. Martens.

Llegamos a casa de la chica que organizaba la fiesta.
Estaba llena de gente bailando y bebiendo como loca y había un olor a marihuana que consiguió que me lloraran los ojos.
Lav y yo entrelazamos nuestros brazos y nos despedimos de Bratt, que iba en busca de su próxima presa mientras nosotras buscábamos algo de beber.
Me serví una copa bien cargada de Ginebra y le di un buen trago.
Ahí estaba,el alcohol quemando mi garganta,una sensación que aprendí a disfrutar con el tiempo.

Dos horas después estaba restregándole el culo a Sean Cartney y sin saber si mi cuerpo tenía más alcohol que agua.
Sean bailaba bastante bien, y no era un baboso, simplemente cogía mi cintura mientras yo movía mi culo sobre su amiguito.
Cinco minutos después ya estaba comiéndole la boca y dejándole marcas por todo el cuerpo. Al chico se le daba bastante bien, tenía las manos dónde debía y no parecía un novato nervioso, pero no me dejaba respirar y me cansé pronto.
Bueno amigo, suficiente.- dije yo mientras un hedor a alcohol llegaba a mi nariz, eso fue la gota que colmó el vaso.
Sean me miró disgustado pero no insistió, gracias a Dios.
Desde lejos divisé a Lavender subiéndose a una mesa a punto de hacer el baile de su vida.
Por mucho alcohol que mi pobre cuerpo guardara, me quedaban neuronas para evitar que mi amiga hiciera un striptease ahí en medio.

My strange addictionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora