XI

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No importará lo que yo le dijera a Jay, él siempre estaba bien con lo que fuera, pero yo no. Después de la pequeña plástica necesite alejarme, dejar que el hilo sobre mi cuello se desatará por un momento y me dejará respirar. Me quedé en casa de mis padres en lugar se acompañarlo a las filmaciones o a su hogar. No miré la televisión, ojee las revistas que mi madre siempre compraba para verme y mucho menos mire las fotografías de Jay, yo solo necesitaba respirar.

Resulta que no ser amado no es algo tan difícil. Aunque yo amara a jay y él fingiera para mí aún quedaba esa pequeña espina incrustada, con cualquier cosa esa espina podía punzar y hacerme sentir dolor, era inevitable. Al final del día no importara que tan bien me sintiera a su alrededor, no importaba cuántas veces lo abrazara o bromeara con él, al final él nunca iba a amarme como yo lo amaba. Y era triste. Jodidamente triste.

Paso una semana antes de que Jay fuera a buscarme. Él llegó a mi habitación y se sentó en mi cama esperando quizás a que yo explicara lo que sucedía.

Así que lo hice.

"Quizás tú no sientas nada..." Le dije sin rodeos. "Pero yo sí."

"Dije que debías aguantar."

"No es fácil"

"Pero lo prometiste."

Yo lo había prometido, y para Jay tenía toda la razón del mundo que yo cumpliera con esa promesa, porque él jamás sentiría lo que yo.

Solo me rendí.

"Dame solo unos días más y volveré." Le dije mirando mi muñeca.

Estaba unido a Jay, él era mu pareja destinada y la única con la que podría estar, si que no tenía de otra más que seguir a su lado. Yo no podía cambiar las cosas, siempre amaría a Jay y Jay nunca me amaría, era algo trágico, pero si mi vida sería así todo el tiempo era mejor que yo me acostumbrara a ella. No tenía de otra.

Jay tomó mi muñeca.

"¿Qué necesitas para ser feliz?"

<Que me ames> Pensé.

"Sexo" Fue lo que dije.

Iba a ser infeliz pero al menos tendría sexo.

jay.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora