XXII

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Cuando llegamos a Corea dormí durante todo un día, tan solo pisar el suelo me ponía mal y me hacía tumbarme en la cama sin querer salir. Estuve tres días sin salir de la habitación que compartía con Jay, mientras que él no entraba yo no salía, supuse que él respetaba mi enojo y no me obligara a verlo andar por ahí, o tal vez le daba igual lo que yo hiciera siempre y cuando no afectara a su imagen, cualquiera que fuera el caso Jay me dejó en paz por tres días.

El cuarto día él tocó la puerta.

"Fuera" Dije con la voz ronca aunque Jay no había entrado. Volvió a tocar. "Déjame"

"¿no quieres salir?" preguntó. Claro que no quería salir, no quería hacer nada que no fuera regresar a mi hogar. "Pasear te haré bien"

"¿sabes lo que me hará sentir bien? ¿en que libreto lo viste?"

"Uso mi sentido común"

"Tu sentido común no funciona todo el tiempo"

"Lo hace"

"¿entonces porque es tan idiota?"

"¿eso crees?"

"Si, es sumamente idiota, como tú"

"No me siento idiota"

"Porque no sientes nada, idiota"

"Entonces no creo que sea un idiota. La gente dice que las emociones idiotecen. Creo que tienen razón."

"¿quieres decir que eres la única persona en el mundo que no es idiota?"

"Si."

"Idiota"

Hubo un largo silencio.

"No quiero que te sientas solo y deprimido ¿me dejarías acompañarte? Así solo estarías deprimido."

No sé porque, pero tan pronto como terminó de hablar me puse de pie y le abrí la puerta. Lo dejé pasar a la habitación. Quizás este también era un plan de Jay en el fondo, mudarnos a Corea me dejaba en un punto donde yo no podía hacer nada por mí, donde estaba tan alejado de lo mío que aceptaría cualquier cosa. No me importó en ese momento, yo solo quería abrazar a Jay, y lo hice, y para mí sorpresa él también me abrazó.

Quería creer que Jay me amaría en algún momento, pero en ese punto ni siquiera yo podía amarme.

jay.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora