Prólogo

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—Sé fuerte, sé valiente, y sobre todo..., nunca olvides sonreír. —dijo una mujer de lacia, y larga cabellera negra, al besar la pequeña frente de aquello que fuera lo más inocente y puro que un día sostuvo en sus brazos—. Ojalá pudieras recordarme... —murmuró con sonrisas tanto de dolor como de alegría.

—Date prisa, mujer. —demandó un extraño, saliendo de entre las sombras, ya que el lugar no estaba muy iluminado. Tan sólo habían tres velas alumbrando el estrecho espacio—. Ya te despediste, es suficiente. —condenó sin una pizca de consideración. Su voz era pesada, seca, y en su mirar, no había ni una gota de empatía. La piedad no existía en él.

—Por favor, le ruego que cuide de mi ángel. —suplicó la mujer, dándole un último vistazo a aquella parte de su alma, que iba envuelta en una manta de color blanco.

Ella deseaba congelar ese momento, para nunca separarse de lo que estaba obligada a entregar. Ese punzante dolor en su pecho le nublaba la vista, hasta el punto de casi cegarla.

—Como sea... —manifestó el hombre, cogiendo el pequeño ser con su enorme mano. Sonrió de manera macabra, y se dio la media vuelta, listo para marcharse.

—Shiki-sama, ¿qué hará conmigo? —inquirió la mujer.

—¿Yo? —habló sarcásticamente—. Nada. —rió por lo bajo, denotando malicia en su mirar—. Ya saben qué hacer —dijo mirando sobre el hombro, con dirección del doctor que había atendido el parto, y a los dos enfermeros que asistieron durante el proceso.

—Entendido, Shiki-sama —respondió el doctor, sacando algo de su costado derecho dentro de su bata blanca. Su rostro estaba ensombrecido, al igual que el de los dos enfermeros.

—Shiki-sama, ¡piedad! —suplicó la mujer, alterada, al darse cuenta de su destino.

—Hasta nunca Yume... —dijo el hombre llamado Shiki, dándose la media vuelta. Sonreía ampliamente al salir por la puerta.

—No, ¡por favor, no! —gritó Yume, al ver cómo el doctor se acercaba a ella, con una pistola en su mano, apuntándola sin remordimiento alguno.

Al guiarse por los pasillos, el sonido de tres disparos resonando causaron el llanto del bebé que Shiki sostenía en su mano.

—Nada que lleve mi sangre, debe llorar por pequeñeces, baby-chan. —dijo, mirando a la criatura retorcerse mientras lloraba, con los diminutos puños cerrados—. Ahora, tú y yo, nos embarcaremos en nuestra misión: destruir el East Blue.

Lost in Love ━━ [En curso] 《8》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora