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El sonido de el microondas hizo que saliera de sus pensamientos, abrió la puerta y sacó la bolsa de palomitas. El olor a mantequilla inundo la habitación, vertió las palomitas en un tazón para luego tomarlo entre sus manos y caminar hasta la sala, donde se encontraba Manuel. Al llegar ahí lo observó tumbado en el sillón mientras pasaba los canales como buscando algo, pero en realidad su mente estaba lejos.

Terminó de acercarse y se tumbó junto a él.

— ¿Ya sabes qué vamos a ver? —preguntó llevándose un par de palomitas a la boca.

— No hay nada bueno. —volteó a verla y le tomó la mano evitando que comiera las palomitas, haló un poco y acercó su boca quitándoselas.

— ¡Gordo! —carcajeó.

— Oye, están buenas. —sonrió. — Viste que si sabes.

— La próxima vez, las haces tu, porque para buscar películas no eres nada bueno déjame decirte. —lo observó fijo.

— ¿Qué puedo hacer? No es mi culpa que ninguna sea buena. —May volteó los ojos y el sonrió pasando su brazo por los hombros de ella. — ¿Vemos futbol?

— No. —se alejó. — Tenis.

— No manches May, qué aburrido. —la observó y ella le tiró una palomita. — ¿Qué? Es neta. —rió.

Mayte le iba responder, pero fue interrumpida por el sonido de su celular. Se levantó rápidamente buscando aquel aparato y sonrió al ver el nombre de la persona que llamaba.

— Hola guapo, qué alegría escucharte. —Manuel la observó, se miraba emocionada por recibir aquella llamada. — No, no tengo planes para hoy. —rió un poco. — Bien, ahí estaré, un beso. —colgó y se acerco nuevamente al sillón.

— Así que no tienes planes para hoy. —enarcó una ceja. — ¿Y yo que soy?

— Ay gordito, podemos ver la película luego. —se sentó junto a él.

— O sea, que me vas a dejar aquí solo por irte a ver con tu amigo ese que seguro ni guapo es. —dijo cruzándose de brazos. — Qué poca, Maria Teresa.

— ¿Te molesta? —aquella actitud la tomó por sorpresa. Manuel se dio cuenta de lo que estaba haciendo y carraspeó.

— No, ¿por que tendría que molestarme? Te estoy bromeando mujer. —rió. — Ve a divertirte.

— ¿Seguro? Puedo marcarle a Alejandro y decirle que tuve un minconveniente. —Mm así se llama el y que guapo, pensó Manuel.

— No Maytis, ve. Yo saldré un rato. —se levantó.

— ¿A donde? —curioseó.

— A un bar, y tal vez me consiga con alguna amiga. —dijo haciendo que Mayte se pusiera totalmente seria.

— Perfecto, que te vaya bien. —se levantó y caminó a su habitación sintiendo el estomago revuelto de la rabia. No sabía por qué aquello le había afectado tanto, o bueno, realmente sí lo sabía pero no quería admitirlo. Tenia celos, se estaba muriendo de celos de solo pensar que Manuel podría ir a revolcarse con alguna mujer. A fin de cuentas, es un hombre como cualquiera. — Idiota. —susurró pensando en él.

Se dio un baño rápido, secó su cabello y se hizo una maquillaje suave. Se colocó unos jean ajustados y una blusa blanca con un escote en v que le hacia resaltar sus atributos. Tomó su cartera y cuando salió de la habitación, el olor del perfume de Manuel inundó sus fosas nasales, lo observó salir también de su habitación y sintió el corazón acelerársele. Se había quitado la barba que comenzaba a salirle, tenia los primeros tres botones de la camisa abiertos lo que dejaba ver un poco de su pecho y una pequeña cruz que colgaba de su cuello.

Ambos se observaron en silencio, pero con las miradas que se echaron no hicieron falta las palabras. Mayte recobró la compostura y siguió su camino hasta la puerta de entrada.

— Cierras bien la puerta al salir, por favor. —fue lo único que logró decir antes de salir dejando a Manuel ahí.

Un mes juntos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora