5

303 41 2
                                    







Al día siguiente, Manuel despertó con un fuerte dolor de cabeza producto de todo el alcohol ingerido la noche anterior. Se dirigió al baño para lavarse el rostro y los dientes, salió de la habitación y caminó a la cocina solo con sus bóxers puestos, como era domingo, Sarita no estaría en casa, y con Mayte no sentía pena.

— Buen día. —dijo al verla prepararse un té.

— Buen día, Manuel. —levantó el rostro encontrándose con el cuerpo de Manuel prácticamente desnudo, porque su bóxer no dejaba mucho a la imaginación. Tragó grueso. — Podrías ponerte unos pants, al menos. —volvió su mirada a la taza.

— No pensé que te molestaría. —caminó pasando junto a ella para hacerse un café cargado.

— Si alguien te ve así, podría mal pensar. —se alejó un poco.

— Estamos solos, nadie más que tu me ve. —apoyó su mano en la encimera junto a la de ella.

— Isabel puede llegar en cualquier momento. —lo observó por fin.

— ¿Qué pasa contigo, May? —dijo incrédulo.

— ¿De verdad lo preguntas, Manuel? —negó suavemente. — Llegaste borracho, con una mujer y ahora te comportas como si no pasó nada. —negó suavemente. — Mi casa no es hotel.

— Lo siento, Maytis. —suspiró. — Ella insistió en traerme, y la verdad acepté porque no podía manejar.

— Mjum. —bebió un sorbo de té.

— No volverá a pasar. —la tomó por detrás abrazándola. — Ya no estes molesta.

La respiración de Mayte se volvió lenta al sentir el cuerpo de Manuel tan cerca, y sus pensamientos estaban volando. Cerró los ojos.

— Esta bien, gordo. —susurró. Manuel dejó un beso en su hombro. — Hace calor. —se alejó nerviosa. El la observó y volteó sirviéndose el café.

— Yo no tengo calor. —sonrió volviendo a verla.

— ¿No? —rió. — Es la edad. —intentó disimular. — Voy a bañarme.

— ¿Te acompaño? —preguntó y el pecho de Mayte se volvió rojo. — ¡Es broma! No pongas esa cara.

— Estas loco. —huyó rápidamente de su cercanía, no podía permitirse que algo así volviese a suceder. Entro en su habitación y caminó al baño, se deshizo de su pijama y se metió en la tina por un largo rato para relajarse un poco.

Pasó alrededor de una hora hasta que salió, se vistió y caminó fuera de la habitación esperando que ya Manuel estuviese vestido. Lo observó sentado en el sillón mirando su celular, respiró aliviada de que ya tenia ropa y se sentó junto a él.

— ¿Ya se te quitó el calor? —preguntó sin dejar de ver su móvil.

— Si, gordo. —se acomodó y subió los pies al sillón.

— ¿Como te fue anoche? —esta vez si volteó a verla.

— Muy bien, extrañaba mucho...

— ¿Tienes algo con él? —dijo interrumpiéndola. May rió. — Responde.

— ¿Te importa? —se cruzó de brazos.

— Solo curiosidad Mayte, no me lo digas si no quieres. —levantó los hombros.

— ¿Estás de mal humor? —lo miró fijamente.

— Me molesta que no confíes en mi, vivimos juntos. —movió la cabeza.

— No, estás aquí porque no voy a dejarte ir a un hotel sin necesidad y solo hasta que consigas un lugar.

— ¿Quieres que me vaya?

— No he dicho eso.

— Mayte, ¿ya no me amas? —preguntó de pronto haciendo que ella se quedara helada. ¿Que diablos le pasaba?

— ¿Quien te dijo que yo te amo? Eso ya pasó hace muchos años, gordo. —negó. — No entiendo a qué viene esa pregunta en estos momentos.

— Siempre me amaste, ¿ya no? —la observó.

— Sí, te amé hasta que conocí a Fernando y me hizo olvidarme de ti. —Manuel apretó la mandíbula al escuchar aquel nombre.

— No te creo, hasta hace un par de años decías que yo era el amor de tu vida.

— ¡Nunca me hiciste caso! —negó suavemente. — Ya no te amo Manuel. —dijo intentando creerse sus propias palabras. No entendía su interés en saber aquello. — Te quiero, pero como el amigo que eres.

Un mes juntos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora