Tomó su cabellera con frustración y se sentó en el suelo, recargando su espalda contra la puerta. Inevitablemente se había sonrojado y su corazón latía con fuerza. Escuchó unos pasos acercarse, por lo que se puso de pie rápidamente aparentando que nada ocurría, cuando en realidad sentía que estallaría por las emociones tan intensas que sentía.
—¡Son Kakarotto Goku, ¿dónde estabas?!—preguntó su madre muy molesta, llegando con él.
—Te dije que iba a salir con amigos...—respondió en voz baja.
—Kakarotto, ¿por qué llegaste a esta hora? Ya anocheció, ¿no ves que es muy peligroso andar en la calle de noche? ¡Te pudo haber pasado algo!
El de cabellera alborotada bajó la mirada, mordió su labio inferior con molestia ante las palabras dichas por su madre—. Perdón—le dijo antes de dirigirse a pasos lentos a su habitación.
—Estás castigado esta semana—la escuchó decirle antes de entrar en su alcoba.
¿Dónde había quedado toda esa emoción de su cita? Se había esfumado cuando su mamá lo había tratado como si fuera débil. Entendía que pudiera estar preocupada, ¿pero acaso no veía que él podría defenderse solo? Se sabía cuidar, era bueno peleando. Además, apenas eran las 8:35 p.m.
Estaba harto de que lo subestimaran tanto. Él no era débil. Le molestaba mucho que tomaran esa actitud cuando él salía. ¿Por qué con Raditz no lo hacían? ¿Acaso era porque él ahora tenía 18 años, casi 19? No, no era eso, porque cuando su hermano mayor tenía su edad sus padres lo dejaban ir a fiestas hasta media noche. ¿Acaso era porque Raditz era varón y él un doncel?
Chasqueó la lengua antes de comenzar a desvestirse. Al arrojar su chaqueta al suelo, aquellas dos fotografías salieron volando. Soltó aire y se arrodilló para tomarlas. A su estómago volvió el estremecimiento al recordar su beso. Dirigió sus dedos a sus labios para tocarlos, sentía un cosquilleo.
Pero no era momento para sentirse de ese modo. Caminó hasta la cajonera y, con ayuda de una llave que escondía bajo un cojincito donde reposaba una esfera naranja de cristal, abrió el primer cajón. Adentro estaban muchos de sus tesoros preciados, así como monedas coleccionables, invitaciones viejas de eventos importantes, algunas fotografías de sus amigos y equipos, y las cartas que recibía de S.
Metió adentro las dos fotografías y volvió a cerrar con llave. Finalmente escondió la llave en su lugar. Tomó aquella esfera en sus manos para después abrazarla con nostalgia. Su abuelo Turles la había recibido como conmemoración por su participación en el ejército. Él, con ayuda de otros seis marines, había rescatado una tripulación cuyo barco quedó varado en medio de una tormenta.
Y, dos años después, antes de morir se la había obsequiado como un recordatorio, como una muestra de que todo era posible, y que no hay mayor satisfacción que la de haber hecho lo correcto. Además, le dijo que esas cuatro estrellas rojas que tenía las viera como cada uno de los integrantes de su familia, y el cristal anaranjado como la protección que él les brindaría desde donde quiera que esté.
Lo cierto era que sólo él lo había tratado como era debido, a su abuelo la palabra "doncel" no significaba nada. Él lo consideraba un niño, nunca lo vio de distinta manera. Por eso le dolió mucho su muerte, porque él era la única persona que lo comprendía.
Sin querer pensó nuevamente en Saiyan. Dejó la esfera en su lugar y se vistió con ropa más cómoda. Se cepilló los dientes y se recostó en su cama. Apagó las luces y cerró los ojos. Se sentía tan exhausto por todo lo ocurrido ese día. Y ese beso...
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¿Ni aunque...?
Fanfiction-Maldita sea, ¡cómo detesto a ese idiota!-decía un pelinegro exaltado. -Vamos, tampoco es para tanto...-le restaba interés a sus comentarios. -En verdad lo odio. No entiendo cómo alguien podría fijarse en él. -Ajá... A ver, dime, ¿y si fuera el últ...