Capítulo 18: Consecuencias

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Miró nuevamente al chico que estaba dentro del local, enfocando aquella nuca, hombros y espalda. Vio perfectamente cómo compraba el bocadillo que le pidió, para salir con ambos en mano. Sintió un estremecimiento cuando lo miró acercándose a él con una sonrisa. ¿Por qué sentía que había un destello brillante que adornaba a aquel muchacho cuando le sonreía y lo miraba de esa manera?

Saiyan...—tomó aquel postre—. Gracias.

—No es nada.

Goku miró aquella sonrisita, sintiendo que su pecho tenía un vuelco. Desvió la mirada, tras la sensación de que sus mejillas se acaloraban un poco. Incluso tembló al sentir la mano del Saiyan rozando la suya.

Mierda...—miró al más bajo—. Olvidé en tu casa un par de shorts antes de que Granola fuera contigo. Quiero ir por ellos, para poder aligerarme la carga de lavar ropa seguido.

—Claro. Vamos a mi casa—buscó su mano—. Sirve que descansas un poco, como siempre.

Como siempre...—cerró sus ojos y empuñó aquella mano, aferrándola con mayor fuerza—. Sí. Tomaré una siesta ahí.

—Perfecto—lo jaló un poco, animándolo a caminar consigo. El Son, dubitativo, soltó aire y siguió al de cabellera en forma de flama.

Su trayecto fue en silencio, donde ambos comían sus bocadillos sin soltarse de la mano. Nunca habían hecho eso, antes únicamente iban charlando y se daban un roce ocasional que podría parecer accidental. Pero en esos momentos, pese a la inquietud e incomodidad que las mentiras de Vegeta le ocasionaron, una parte de él todavía deseaba mantener aquel tacto dulce que siempre le brindaba.

—Tenías demasiado sin venir—comentó, abriendo la puerta de su casa—. Sé qué ropa dejaste. La tengo limpia en mi cajón.

—¿Sueles guardar ropa de tus visitas junto a la tuya? —mencionó al aire, siguiendo al más bajo.

—No suelo recibir visitas. Si acaso sólo Granola—el menor sintió que otra vez su interior se calentaba con una molestia creciente—. Tú, en sólo pocos meses, has venido más tiempo que cualquier otra persona.

¿En serio? —mordió su labio inferior. Vio cómo sacaba sus prendas cuidadosamente para extendérselas, percibiendo inmediatamente el aroma a suavizante de telas—. Desmanché el pasto.

—Gracias...—susurró, antes de meterlas en su mochila—. Entonces... ¿Granola no viene tanto?

—Es difícil de explicar...—esa respuesta comenzó a irritar al Son.

Bah... Otra vez con sus evasiones—dejó caer su mochila y se tiró en la alfombra—. Mejor me duermo. Así no hago corajes en vano...—cerró sus ojos y colocó sus manos detrás de la cabeza.

—Quiero decir, Granola y yo crecimos juntos, como vecinos y como mejores amigos. Desde los seis—el menor volteó a verlo, desconcertándose de la manera en que él hablaba, además de que era la primera vez que expresaba más que respuestas vagas—. Dormíamos en la casa del otro, por lo que sus visitas no las siento como algo extraordinario. Es algo a lo que estoy acostumbrado—el Son se desconcertó al verlo sentarse en una silla y jugar con una pelotita suave—. Granola no vio cómo mi abuelo me golpeaba cuando era muy pequeño, sólo me vio cuando tenía heridas al día siguiente y ya con eso sabía qué pasaba.

>>Ni de niño sentía que podía desahogarme con alguien, ni siquiera con mi amigo. Pero siempre entendía lo que ocurría—presionó aquella pelota, cerrando su puño con fuerza, tratando de modular su ansiedad—. Pero sí empecé a hablar, sin detallar, cuando pensé en que mi hermano podría recibir el mismo tipo de castigo físico. Empecé a atenerme a Granola para que cuidara a mi hermano cuando sabía que mi abuelo me daría palizas. No quería que Tarble viera, ni que estuviera vulnerable a un trato así.

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⏰ Última actualización: Sep 10 ⏰

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