CAPITULO 2

2.2K 28 5
                                    

Era el primer niño que se fijaba en mí, o sea cómo no darle bola. Vivía dos pisos mas arriba, era algo mayor y, al igual que a mí, le gustaba jugar canicas. Se llamaba Braulio. Su nombre fue lo primero que me gusto de él. Luego me di cuenta de que me gustaba porque de pronto su nombre comenzó a salir de mis labios con mayor frecuencia y cada vez que íbamos a patinar, digamos que segundos antes de verlo, se me aceleraba el corazón. Cuando se lo conté a mi madre me dijo que estaba enamorada, pero yo hasta entonces no estaba tan segura. No sabía si quería besarlo y, tal y como alguna vez vi en una película, no podía imaginármelo sin ropa. Me daba vergüenza pensar en eso, así que simplemente no lo hacía. Sin embargo era un hecho que me gustaba y pronto comencé a buscar a Braulio con más frecuencia.
Un día estábamos patinando en el jardín del edificio, él, yo y muchos otros niños más, cuando dopada bajo los efectos del amor, me acerque a él y le dije al oído: «¿Te puedo decir un secreto?», y él, «Si claro», y yo, «No, acá no». Entonces nos fuimos a un ladito, supongo que él entendió lo que mis gestos y mis palabras (No mi razón, porque realmente yo no estaba razonando, no sabía qué consecuencias traería esa acción, con lo que se perfilaba una de las principales características de mi personalidad: no pensar antes de actuar), porque apenas estuvimos lejos de la mirada de los demás niños puso un brazo en mi cintura, acercó la cara y, antes de que pudiese darme cuenta de lo que estaba sucediendo, ya había impreso sus labios sobre los míos, haciendo que mi boca se abriera de sorpresa o para recibir su lengua o ambas cosas, convirtiéndose este en el primero de todos mis besos de lo que hasta entonces había conocido amor.
Apenas me besó, lo primero que hice fue contárselo a mamá.

- y me metió la lengua, mami! -

Por suerte, mi mamá lo tomó con humor y me dijo que era mejor que dejara los besos para después.
Yo estaba más emocionada que asustada, y más que eso, decidida a ir en busca de un beso más. Así que la siguiente vez que bajamos al parque decidí buscarlo de la misma manera como había hecho antes. Los demás niños estaban patinando por ahí, distraídos, resbalándose, sosteniéndose del delantal de sus niñeras. Braulio estaba lejos de los demás intentando algún truco cuando de pronto:

- Te quiero decir un secreto -

Pero él no me miró. Ni siquiera volteó. Me quedé parada ahí unos segundos. Como vi que no me iva hacer caso, me di media vuelta y me fui. Nunca más bajé a patinar.

HAY UNA CHICA EN MI SOPA©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora