HAY UNA CHICA EN MI SOPA©

Capitulo 17

«Ya te dije que lo siento»
Mis palabras no fueron suficientes. Me encontraba sentada en su cama, todavía podía sentir el calor de su cuerpo en el colchón. Su aroma corporal en el aire.

A pesar de la mezcla de alegría y embriagues para mí significaba estar en su cuarto, podía notar cargo estaba muy mal con ella. No me hablaba, no me miraba, no sonreía. Aquella sonrisa que hasta entonces había parecido ser implacable, ya no lo era más. No parecía tener algo que decirme. Era como si cuando me descubrí en la ventana me hubiera hecho pasar debe pasar para reprender mi y luego se hubiese dado cuenta de que no estábamos en el colegio, que ella ahí no era nada de mí y que yo había sobrepasado los límites de lo esperado por un alumno, como si no encontraron castigo para mí en su repertorio mental de reprimentas.

La veía destrozada, indignada y quizás con ella misma, porque yo ahora sabía dos de sus secretos mejor guardados y eso me hacía algo más poderosa. A pesar de eso, quizás ella sabía también que no podía podía dejarse manipular por una niña de 11, por más secretos que supiera de ella.

Pero ella sabía que a mí me gustaba, cosa que en la balanza de poderes pesaba más que sus secretos (esas cosas siempre pesan más). Así que supongo que fue eso lo que le hizo decidir hacer uso de ese poder para arrancar el problema y mi corazón de raíz.

— Sí tú crees que yo soy como tú te equivocas, a mí me gustan los hombres, no las mujeres, así que fuera de acá, lesbiana, nunca me fijaría en una loca como tú.

Me abrumó la palabra lesbiana. No me gustó que la utilizará. Yo no sentía que fuera lesbiana. Ni siquiera sabía porque ella me hacía sentir así.
El azul de sus ojos ardía cómo la parte más caliente de fuego. Sus pupilas parecían estar a punto de desbordarse.

No dije nada. Me paré de la cama y me fui.

Después de ese incidente y yo realmente pensé que no me hablaría más. Pero no fue así. Solo nos distanciamos. Yo me alejé. Pasaron cuatro largos años en los que hablamos poco, pero nunca perdimos el contacto, porque, a pesar de mi torpeza, a pesar de que luego, por asuntos de currícula escolar, dejó de ser profesora, nunca dejó de hablarme. Por alguna extraña razón, ella siempre volvía.