Ermitaño

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-¡Solo déjame solo!- dijo Dante con su cabeza entre sus manos.

Sentado en un banco de la plaza Matriz su gesto, para el que mirara de lejos, era un gesto infantil. Y fué esto exactamente lo que Claudia pensó. Ella le dijo que tenía que entablar amistades. Que no podía vivir aislado como un ermitaño. Y Dante no hizo más que comportarse como un niño malcriado.

-No te dás cuenta de que estás quedando cada vez más raro. Que no visites más a tus amigos es una cosa, pero no salir de tu casa en toda tu licencia más que para hacer las compras, eso ya es enfermizo.

Dante comenzó a llorar y Claudia, sentada a su lado puso una mano en su hombro.

-Si tenés una crisis tenés que ir al equipo de salud mental. Si seguís así te vas a enfermar peor.

Dante se secó sus lágrimas y le dijo mientras veía a las palomas rondar la fuente que ese día no lanzaba borbotones de agua como de costumbre.

-No sé que decirte Claudia. No tengo de que hablar. Me pasó pensando cosas incongruentes y ya ni me preocupo de mis necesidades básicas. Me siento a la deriva.

Claudia lo miró a los ojos y le dijo.

-Por eso tenés que ir al médico. Al equipo que te atiende.

-No me ayudan Claudia. Mi mente se enreda cada vez más. Y es mi esquizofrenia. No sé cómo detenerla. Solo avanza y avanza. Me temo que un día ya no saldré a trabajar directamente. Me quedaré en un rincón de mi apartamento diciéndole "basta" a mi mente una y otra vez.

Claudia quedó en shock. No imaginaba que Dante estuviera tan mal. Meditó unos minutos mientras acompañaba a Dante viendo las palomas y le dijo.

-A ver, dime a mi lo que piensas. Sin esconder nada. Dime con que te atormenta tu mente.

Dante quedó sorprendido. Nadie nunca le había dicho que le lanzara sus lucubraciones. Pero al ver los ojos francos de Claudia notó que realmente quería oírlo. Dante resopló y empezó.

-Creo que la vida no tiene sentido. Que mi conciencia es un error conceptual. Que vivo para comer y dormir. Los tiempos que tengo libres me los paso pensando en eso. Y eso me atormenta. Porque creo que es así. Mi vida no tiene sentido.

Claudia cerró los ojos y estuvo así un minuto entero. Dante pasó de mirar a las palomas a ver a una pareja que se besaban en uno de los bancos frente al suyo. Claudia abrió finalmente los ojos y le dijo.

-¿No somos nosotros tu sentido Dante? ¿Las personas que te acompañamos en este viaje que es la vida? Lo que yo veo es que te ves solo en la vida y la realidad es que no estás solo. Tus cuestionamientos pueden ser ciertos para un ermitaño. Pero tú no eres un ermitaño. ¿Por qué no hablas conmigo o con alguien más cuando empiezan esas lucubraciones. Estoy seguro que conversar las lanzará afuera en un instante.

Dante la quedó mirando un instante. No podía creer lo que estaba escuchando. Ninguno de sus psicólogos le había planteado esa idea. Luego dirigió su vista al suelo y dijo francamente.

-Entiendo lo que me dices Claudia. Por mi enfermedad me aislo y eso empeora mi situación. Tengo que agradecerte que me hayas invitado hoy a esta plaza a intercambiar estas palabras. Me has sido de mucha ayuda. No voy a mentirte y decirte que me siento como nuevo pero si me siento más conectado contigo y con mis compañeros de vida. Realmente te doy las gracias.

Claudia sonrió y le dijo.

-Ahora vamos a tomarnos un helado en esta misma plaza y te contaré lo que ha pasado en el trabajo. No ha sido gran cosa pero siempre pasa algo. Yo voy a comprarlos y vuelvo.

-Te espero aquí entonces Claudia, -dijo Dante sonriendo. -nada mejor que un helado para endulzar la vida.

El Dragon De CiudadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora