Doggy es un pastor alemán que tiene a su cuidado un patio de pastura verde y enorme que queda en el fondo de una casita en las afueras de la capital. Es un patio que incluso tiene jardín de hermosas flores de estación de los más diversos colores.
Doggy tiene unos amos que lo alimentan con pastillas a diario. No conoció a su familia y desde que tiene uso de razón vive en esa casa de patio enorme con sus amos.
Pasa sus días aburrido esperando que algún gato pase a su patio para echarlo a correr. Es su mayor emoción fuera de alegrarse cuando vuelven sus amos de sus diarias partidas.
Así pasan sus días, sin mayores complicaciones, hasta que Tigger, un gato negro, aparece arriba del techo. Y no solo pasa un día entero ladrándo para que se baje sino que al siguiente día pasa lo mismo. Tigger arriba del techo. Doggy vuelve a ladrar todo el día pero ya con menos vemencia. Al tercer día le ladra un rato en la mañana y deja de ladrar. Tigger no era una amenaza para Doggy arriba del techo y Doggy no estaba para cuidar techos. Es entonces cuando Tigger le habla a Doggy y le dice, "¿No te aburres de estar todo el día encerrado?"
Doggy no da crédito a sus oídos. Es la primera vez que habla con un gato. Hablaba a menudo con otros perros a la lejanía pero nunca con un gato. Ellos simplemente se van corriendo cuando Doggy los persigue. Sorprendido, pero no asustado Doggy le contesta, "Este es mi patio, por qué habría de aburrirme de estar en él."
Tigger, con más confianza le dice, "te preguntaba porque hay muchos patios en los alrededores, incluso más grandes que este. Supuse que querrías visitarlos. Pero como tú patio, igual que el resto, está cercado no podés visitar los otros patios donde habitan otros perros."
Doggy queda perplejo. Ahí se da cuenta de por qué los otros perros ladran siempre a la misma distancia. Conmovido por su mala suerte le dice a Tigger, "más tú sí puedes pasar los cercos e ir a otros patios. Pero seguro que no tienes patio propio. Por eso rondas mi patio."
Tigger ríe y le dice, "claro que tengo patio tonto. Solo que nosotros los gatos hacemos rondas para hablar con los otros gatos de los otros patios. No pasamos ladrando desde lejos como ustedes. Nosostros nos conocemos en persona en nuestras rondas".
Doggy quedó apenado por su mala suerte al no poder tener contacto con los otros perros y se fué a su cucha a lamentarse. Tigger esperó un largo rato y al ver que Doggy no salía de su tibia cucha bajó al patio y se puso frente a la cucha de Doggy. Éste, que normalmente lo hubiese correteado se quedó en su cucha y no dijo palabra alguna. Tigger rompió el silencio diciendo, "No tienes que sentirte mal. No es tu culpa haber nacido perro, ni la mía ser un gato. Más yo puedo contarte cómo son los otros perros y patios. Y solo te pediré una condición bien sencilla."
Doggy se alegró de la propuesta de Tigger y salió de su cucha. Quedaron frente a frente perro y gato. Entonces Doggy inquirió, "¿Cuál es esa condición? Claro que me gustaría que me contaras cómo son los otros patios y los otros perros. Más necesito saber cuál es tu condición."
Tigger dió media vuelta y mirando a Doggy de costado le dijo. "Es bien simple. Deja pasar a mis compañeros por tu patio. Es la condición que han aceptado todos los perros de la redonda. Si los dejas pasar sin perseguirlos vendré aquí día por medio y te contaré los otros mundos que te rodean."
Doggy analizó con rapidez todo lo que implicaba esa condición y dijo, "no hay problema con dejarlos pasar. Más no voy a tolerar que se queden aquí. Yo tengo que cuidar este patio. Es la tarea que me asignó el amo. Y por sobre todas las cosas cuidar el jardín de flores."
"No te preocupes, -dijo Tigger -, ninguno hará campamento en tu patio. Quedamos así entonces. Y por hoy daré por terminada nuestra charla. Ya te conté que todos los perros están como tú en patios. Más voy a contarte un secreto. Hay perros, muy pocos pero que viven en los intermedios de los patios. Lo que ellos llaman calle. Esos si son perros sin patio y la pasan mal ahí entre medio. Nos vemos mañana seguramente. Y recuerda que solo queremos PASAR por tu patio. No adueñarnos de él." Y dicho esto Tigger saltó la cerca rumbo a otro patio.
Doggy aún seguía apenado por no poder tener contacto con los otros perros. Pero contento de poder saber de ellos. Oyó el motor que precede a la venida de sus amos y montó guardia como hace siempre en el centro del patio. Y este fué el día en que Tigger consiguió otro camino para sus compañeros menos diestros en trepar los muros.
Fin.
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El Dragon De Ciudad
RandomSerie de cuentos que disfruté escribiendo. Algunos son cuentos que escribo para aclarar mi mente. Otros son ocurrencias del momento. Espero le hagan pasar un buen rato a quien se tome la molestia de leerlos. Atte. Damián Gauto