Cuento Corto
El dragón
Un hombre vistiendo un sobretodo rojo camina por la orilla arenosa del mar. Su vista permanece en el infinito fluido que conocemos por agua. Lo mira con un aire melancólico. Camina con aire melancólico. Y el hombre de sobretodo rojo no tiene muy claro el porqué.
A lo lejos vislumbra una pareja que pasea por la playa, lo que lo extrañó. Es invierno y no es de esperar que alguien salga a pasear a orillas de un mar donde corre un viento helado. El sobretodo lo protegía del frío, de modo que solo su rostro era atacado por las gélidas oleadas de viento.
No le extrañaba estar paseando un día terriblemente frío. Las últimas semanas había hecho todo tipo de cosas extrañas. Desde mirar documentales, un gusto que nunca había tenido hasta pasear hasta la madrugada sin rumbo por su barrio. Esa mañana decidió pasear a orillas del mar. Le molestó la idea pero lo hizo igual.
Caminó kilómetros por el terreno arenoso. Y las preguntas que se hizo eran de lo más extrañas. Se preguntó por qué si el ser humano depende tanto del agua vive, como en su caso, lejos de fuentes naturales de agua naturales. Se preguntaba por qué tenía que pasar horas sin beber agua cuando sentía su necesidad. En estás cavilaciones se encontraba cuando oyó una voz dentro de su mente. Una voz ronca y grave que dijo -los humanos son criaturas de lo más particulares-.
Se sobresaltó, como es lógico al oír una voz dentro de su mente y dijo al viento -¿quién eres?
La voz respondió pausadamente, -soy un dragón que duerme y ha estado viendo el mundo a través de tus ojos estás últimas semanas.
Ofendido el hombre de sobretodo rojo dijo al viento, -no puedes usar mi mente de esa manera
Me pertenece-
El dragón rió con una risa gutural y dijo, -eso es lo más sorprendente de los hombres. Ellos se creen independientes de lo que los rodea. En su mente se ha arraigado la idea de que son un ente singular, yendo en contra a toda lógica. Basta con ver la naturaleza para darse cuenta de que todo es uno, y que la conciencia es solo parte de ese todo que es el mundo.
El hombre se detuvo y se tomó varios minutos en los que digirió esas últimas palabras del dragón. Finalmente dijo al viento, -un mes atrás me hubiese burlado de tus palabras dragón. Pero estas semanas en las que por tu intervención he analizado a la especie a la que llamamos humanos me he dado cuenta del daño que nuestra especie ha causado. Y ahora entiendo por tus palabras que es a raíz de esa falta de real conciencia que se ha causado y se causa tanto sufrimiento. Si el asesino se viera reflejado en su víctima no habría asesino. Si el ostentoso viera al miserable como su igual se ocuparía en que no le faltará lo esencial. Más tengo yo preguntas dragón del que desconozco todo. Y la primera es, ¿por qué no te has dado a conocer en lugar de ocupar mi mente?
-La razón, -contestó el dragón tranquilamente- es que tú especie me vería como una amenaza. Llevo durmiendo lo que tú llamas siglos y aún me quedan siglos para despertar. Y créeme cuando te digo que lo primero que haré será refugiarme de cualquier ojo avizor humano. La verdad es que estoy en pleno sueño y es por eso que pude sincronizar mi mente con la tuya.
-¿Puedes contarme cómo era el mundo antes de que el hombre empezara su civilización?
-Claro que sí mi buen amigo. Antes de que perdieran la sensibilidad para con su entorno vivía el hombre junto a arroyos y ríos. Comían frutas y pezcados. Fué entonces cuando nosotros los dragones le enseñamos el fuego. Este fué nuestro error. Nosotros les enseñamos para que pudiesen alimentarse de semillas y raíces y para que no sufrieran los fríos inviernos. El hombre empezó a modificar con el fuego un sinfín de cosas. Entonces nos vino sueño a los dragones, que veníamos de mundos muy lejanos. Y hete aquí que me sueño viendo que han usado los conocimientos que les brindamos para destruir y destruirse. Me temo mi querido amigo que entre más lo pienso más me inclino por abandonar este planeta al despertar. Nosotros los dragones no tenemos forma de enmendar nuestro error. Y esto sólo acabará el día en que lo que conocemos por civilización se termine.
El hombre de sobretodo retomó la marcha y dijo al viento, -si me has hablado a de ser porque quieres despedirte. Más quiero saber algo que tal vez tú sepas. Quiero saber cómo puedo vivir de aquí en más con los conocimientos que he adquirido estás últimas semanas. Conocimientos de compasión y hermandad con seres que ignoran esos valores.
El dragón carraspeó y habló en tono cansino, como cayendo nuevamente en su letargo. -Vive con valores. No te alimentes de seres vivos y procura unirte a humanos de buen corazón. De este modo tu vida será más tranquila que la de tus congéneres. Y aquí me despido, viendo el vasto océano por dónde supimos sobrevolar las turbulentas aguas de las más bravas tormentas. Adiós mi querido hermano humano. Que tú vida sea larga y grata.
-Te deseo lo mismo hermano dragón, aunque presagio han de ser inmortales los de tú especie. Adiós y que me recuerdes en los tiempos de tu próximo despertar.
No hubo respuesta y el hombre del sobretodo rojo sintió como se desconectaba algo de su alma de la del dragón. Siguió caminando por la playa y saludó a la pareja que ahora pasaba a su lado. Lo esperaban duras decisiones pero quería antes disfrutar de la vastedad del océano.Él nunca sobrevolará el océano más que en un avión de metal. Se sintió contento de poder haber hablado con quién sí ha podido hacerlo.
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El Dragon De Ciudad
DiversosSerie de cuentos que disfruté escribiendo. Algunos son cuentos que escribo para aclarar mi mente. Otros son ocurrencias del momento. Espero le hagan pasar un buen rato a quien se tome la molestia de leerlos. Atte. Damián Gauto