Gary sonríe. Siempre sonríe. Vive y es adscripto en el internado San Gregorio en Georgia. Todos los días se levanta a las seis, desayuna y se baña. Sin excepción repasa un diario que lleva con los eventos del internado, el cual rellena con las trivialidades que ocurren en su día con los alumnos. Más de una vez le ha ayudado ese diario a tomar decisiones sobre el trato con los alumnos. Al ser soltero y residir en el internado toda su vida gira alrededor del mismo. San Gregorio era su mundo. Un mundo lleno de trivialidades tales como la pelea de dos amigas o un altercado en las clases de gimnasia. Toma con humor las vicisitudes y siempre acaba por resolver los problemas que se le presentan.
San Gregorio es una institución monumental. Tres patios internos y tres pisos, todos renovados pero manteniendo la arquitectura del siglo diecinueve en el que fue hecho. Cómo adscripto rara vez veía a los alumnos en las clases, y se enteraba de sus actitudes a través de Marta, la profesora de educación social y cívica. Ella le contaba quienes eran los más nerviosos de la clase y Gary se encargaba de conversar con ellos para que cambiaran su actitud. Y como si se tratase de un milagro todos acababan por centrarse en sus estudios.
En vísperas del otoño hubo un ingreso singular. Previo a su llegada ya se comentaba entre los profesores la llegada de una interna que no haría más que comer y dormir dado que era sordomuda. San Gregorio contaba con accesibilidad para discapacitados pero no con traductores. El día llegó y Mai, la nueva alumna llegó a la institución. Gary fue el encargado de presentarla ante los profesores y directores y aclarar su posición casi de presencial en las clases. Durante las presentaciones Mai no hacía más que asentir cada vez que Gary la señalaba al aclarar algo. El resto del tiempo veía el suelo. Y cuando Gary le escribía si precisaba algo ella respondía negando con la cabeza. Mai era todo un misterio, y Gary la anotó en su bitácora como tema pendiente.
La veía en los patios sentada sola, siempre en el mismo rincón junto a unas plantas enormes de hojas bien verdes. Pero nadie se acercaba a ese rincón ya que no había en él más lugar que para uno. ¿Y que adolecente quiere estar solo en los recreos? Gary tenía la respuesta, Mai. Preocupado pues ya había pasado una semana citó al padre de Mai. Se vieron en el patio principal. Gary de inmediato le preguntó cuál era el sentido de enviar a Mai a San Gregorio. El padre que era un hombre alto, ancho y de hablar tosco le dijo que eso era asunto de él. Gary no pudo averiguar nada más con el padre, que le pareció una roca y de pensar corto. En su habitación Gary decidió aprender lenguaje de señas, que Mai dominaba bien según su padre. Le tomó una semana aprender lo básico para entablar una conversación. Lenta pero conversación al fin. Cuando terminó el curso y revisó su diario notó que llevaba una semana sin anotar nada en él. Y que en pendientes solo quedaba Mai.
Fue un domingo en el que él se acercó al rincón de Mai. Le hizo la seña de "hola" y hablando en lengua de señas le dijo.
-¿Quieres contarme lo que te pasa? Me consta que no tienes muchos amigos con quienes hablar.
Mai se sorprendió de que le hablara en lengua de señas y le preguntó cómo sabía.
-Estudié toda la semana, así aprendí lo básico. -contestó Gary.
Mai lo miró emocionada y le dijo todo esto de un tirón.
-En ningún lado se preocupan por aprender lengua de señas. Y eso que es mucho más simple que el español. Cuando me enteré de que no había traductores aquí me deprimí muchísimo. Ahí se me fueron las ganas de hacer amigos. Además quién quiere amigos que no se preocupen por aprender a comunicarse con una. Después de todas las cosas que una pasa por ser sordomuda.
Gary, intrigado le preguntó qué cosas le habían pasado. Mai contestó enseguida.
-Mi padre abusó de mí. Por eso me envió a este internado. Para no verme la cara. Y le funcionó. Llevo semanas sin verlo y me alegra mucho la verdad.
Gary quedó pasmado. No supo qué decir y no dijo nada. Se tomó la sien con los dedos de su mano derecha y se quedó dubitativo. Mai, que estaba contenta de tener con quien conversar se apenó de que la conversación se cortase, a lo que rompió el silencio tocando la pierna de Gary y cuando obtuvo su atención le dijo.
-No te preocupes. Eso ya es pasado. Ahora cuéntame algún chisme del internado. Cómo si fuéramos amigos. Yo necesito un amigo.
El semblante serio de Gary no cambió mientras le contaba curiosidades que han pasado en San Gregorio. Le contó de un chico que robó un libro en la biblioteca y Gary tuvo que llamar a la policía para que lo devolviera. También de dos chicas que se pelearon y ambas se arañaron toda la cara. Contaba esas historias pero para sus adentros Gary solo pensaba en el padre de Mai. Un abusador, pensaba. Y entre más recordaba su breve encuentro con él más se convencía de la veracidad de Mai. Cayó el sol lo bastante para que fuese hora de la merienda y Mai se fue a la cocina. Gary ocupó su lugar frente a la planta y se quedó ahí dubitativo.
Marta, que ese domingo tenía reunión de profesores, vió a Gary apenado en el rincón y se le acercó a él a preguntarle qué pasó.
-En lo que llevo en San Gregorio es la primera vez que te veo pensativo. Me hice a la idea de que eras como un simpático recepcionista de hotel. Cuéntame qué te acongoja.
Gary no pensó en ningún momento contarle lo que Mai le dijo. Más si se le ocurrió una forma de que Marta le brindará una mano en resolver qué hacer con una noticia así de grave. La miró serio y le dijo.
-¿Qué piensas tú sobre los abusos a menores que se dan tan a menudo hoy día?
Marta, parada, se sorprendió del dilema que le planteaba Gary. Igualmente le contestó.
-Yo creo que los que lo perpetran son monstruos. Pero desconozco a dónde quieres llegar con eso Gary. ¿Te has enterado de algo?
Gary la miró francamente y se sorprendió a sí mismo diciendo.
-Solamente me puse a pensar en eso hoy Marta. Es un tema triste.
-Vaya si lo es Gary. Bueno, te dejo que aquí uno no puede ni sentarse. Y te recomiendo que no te preocupes por las cosas que pasan en el mundo. Aquí, más para ti que para nadie, solo cuenta San Gregorio. Y que yo sepa esas cosas no pasan aquí. Adiós Gary.
-Adiós Marta. Gracias por la plática.
Marta siguió su camino y Gary se quedó pensando en sus palabras. "Monstruos" los había llamado. El mismo Gary no tenía hasta ese día nombre para esas cosas tan crueles. Y en ese rincón su ira despertó, tan apasionadamente que sus pensamientos se convirtieron en certezas. Y cual Van Hellsing decidió darle fin al monstruo que el destino había puesto frente a él.Esperó pacientemente que el padre de Mai se hiciera presente en el internado. Lo hacía una vez a la semana y como a todos Gary le daba la bienvenida. Era el mediodía del martes cuando llegó el padre y le preguntó a Gary cómo iba su hija en el internado. Gary le dijo que era muy solitaria. Por dentro quería darle muerte pero de rostro para afuera se mostró amable, aunque sin la simpatía que acostumbraba tener. Al término de la charla Gary le hizo una oferta al padre de Mai.
-¿Quiere que nos veamos en la plaza del cilindro mañana y hablamos más detalladamente.
Gary estaba convencido de que aceptaría para comprobar si Mai había roto el silencio y así lo hizo. Aunque simulaba ser un padre preocupado. Esa actitud de preocupación despertó aún más rabia en Gary.
Esa noche, y desde una semana atrás, no había notas en su diario. Lo única diferencia es que junto al diario había un fino y largo cuchillo de empuñadura de madera que Gary tomó de la cocina. Durmió pensando en la venganza del día después. Se durmió después de las tres de la mañana.La plaza del cilindro municipal era una plaza muy concurrida. Muchos de los trabajadores de los locales del centro pasaban allí sus descansos. Sus descansos del mediodía. Gary llegó al mediodía en punto, vistiendo un sobretodo negro. Nada en su forma de andar llamaba la atención. Ubicó al padre de Mai frente a la fuente, sentado en uno de esos bancos de madera que la rodeaban. Pero no miraba la fuente. Tenía todo el aspecto de un hombre preocupado. Y Gary suponía por qué. Temía seguramente que haya confesado su hija el abuso sufrido.
Gary se acercó a él y con asco para sus adentros estrechó su mano. Se sentó a su lado y comenzó a hablarle sobre las dificultades de Mai en las clases y la falta de amistades. El padre no se mostró extrañado en lo más mínimo. Fue este último acto del padre lo que convenció a Gary. Se levantó e invitó al padre de Mai a recorrer la zona mientras hablaban para aliviar tensiones. El padre aceptó, y su voluminosa presencia se incorporó y comenzaron a recorrer las calles. Recorrieron tres manzanas apartándose de la zona comercial y cuando estuvieron en una calle desierta Gary se paró frente al padre, que quedó perplejo y sacando el cuchillo de debajo de su saco lo apuñaló en el corazón. El padre de Mai dio un chillido breve y calló cuál árbol talado al suelo. Gary envolvió el cuchillo en una bolsa de nylon que trajo consigo con ese propósito y se retiró a paso firme de la escena del crimen.
Esa tarde estuvo intranquilo. Habló poco con los alumnos y maestros y su sonrisa era más una mueca que sonrisa. Pero el día pasó al fin y en su alcoba reparó en el diario. Se sentó en la mesa e hizo una cruz al costado de la palabra Mai que escribiera semanas atrás. Esa noche durmió temprano.
Al otro día ya era el mismo Gary de siempre. Bromeando con los alumnos, preguntándole a los profesores como marchaban las clases. Para sus adentros solo esperaba ver la alegría de Mai cuando se enterara de la muerte de su padre. Se cruzó con Marta y le dijo cómo había visto a Mai. Marta le contestó.
-igual que siempre. Muu callada y mirando el suelo.
Gary se dió por satisfecho e iba a seguir su recorrida cuando se topó con Mai que venía a abrazarlo. Fue embarazoso porque estaba Marta presente, que se los quedó mirando. Luego de un momento de abrazo Mai se apartó y le dijo en lenguaje de señas.
-Mataron a mi padre- dijo con lágrimas en sus ojos. -Y yo siempre mentí diciendo que era un abusador. Me siento culpable.
Marta pidió a Gary que tradujera lo que había dicho Mai y Gary en shock lo hizo. Palabra por palabra. Al terminar se quedó mirando a Mai que lloraba desconsoladamente. Gary tocó su hombro para llamar su atención y dijo en lenguaje de señas y en español al mismo tiempo.
-Perdoname Mai. Yo lo maté.Fin.
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El Dragon De Ciudad
AcakSerie de cuentos que disfruté escribiendo. Algunos son cuentos que escribo para aclarar mi mente. Otros son ocurrencias del momento. Espero le hagan pasar un buen rato a quien se tome la molestia de leerlos. Atte. Damián Gauto