Rica Bradley

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Toda la familia Bradley se encuentra sentada en sillas acolchonadas alrededor de la mesa de roble del salón de reuniones de la mansión Bradley. Toda la familia salvo el señor y la señora Bradley, ambos fallecidos. El señor Bradley murió por un ataque cardíaco la semana pasada. El salón consta de infinidad de ventanales con las cortinas violetas abiertas de par en par, permitiendo al cálido sol de las cinco de la tarde inmiscuirse en la reunión que se celebra esta tarde.
En los lados de la mesa se encuentran los cuatro hijos de los Bradley. Ellos son, la alegre señorita Rosita Bradley llevando un vestido negro, el tosco y robusto señor Roberto Bradley con su señora de moño negro sentada a un lado, el señor Ricardo Bradley siendo el único que viste traje negro con corbata y la señora Romina Bradley, llevando unos aretes de plata enormes y con su silencioso marido sentado a un lado. En el fondo de la mesa se encuentra Rica, la perra de los Bradley, acostada en la silla envuelta en una frazada y muy débil por no comer bien desde que el señor Bradley falleció. Y en la cabecera de la mesa se encuentra el abogado de los Bradley, vistiendo ropa deportiva.
El abogado bebió un sorbo de su café, que por cierto era el único que tenía una bebida, y dijo.
-Estamos aquí reunidos para leer el testamento del lamentablemente fallecido señor Bradley. Voy a saltarme lo puramente protocolar e ir directamente a lo que afecta a los hoy aquí reunidos. Para empezar, todos los bienes materiales y económicos pasan a las manos, o más bien patas de Rica hasta que ésta fallezca.
Roberto interrumpió al abogado golpeando fuerte con la palma de la mano la mesa y dijo.
-¡Mi padre estaba más rayado que un paquete de queso! ¡Mira que dejarle todo a una perra, mientras nosotros quedamos como leprosos malagradecidos! ¡Y eso pese a que siempre estuvimos presentes cada vez que nos necesitó, y no fueron pocas esas ocasiones!
La familia Bradley asintió al unísono, y ninguno puso objeción a las duras palabras de Roberto. El abogado aprovechó este silencio para continuar.
-Consciente de que Rica tiene ya una edad avanzada, que son ya once años con los que cuenta, el señor Bradley puso una condición para que todos los bienes, tanto materiales como económicos pasen a repartirse entre los miembros de la familia Bradley cuando ella fallezca. Toda la familia Bradley, salvo por Rica que no entendía nada, miraron expectantes al abogado. Éste aprovechó para darle más importancia a sus siguientes palabras y se tomó su tiempo para beber otro sorbo de café. Luego de mirar a cada miembro de la familia a los ojos prosiguió.
-Esta condición es que Rica llegué a vivir al menos hasta los quince años. De no ser así todos los bienes irán a manos de la beneficencia, ya descritos por el señor Bradley.
Esta vez fué un lamento de Rica el que interrumpió al abogado, y todos los presentes miraron hacia ella. Rosita tomó la palabra y dijo aún mirando en dirección a Rica.
-Pobrecita, se vé que oír nombrar tanto a papá la angustia. Yo también amo a Rica desde que llegó de cachorra. -Y mirando al abogado le dijo, -¿hay forma de que yo me quede a cuidarla al menos hasta que se mejore de la depresión?
El abogado sonrió y dijo.
-Aún no he terminado. Me queda por agregar que todos los miembros de la familia Bradley pueden quedarse a vivir en la mansión, dónde no les faltará nada e incluso recibirán viáticos mientras permanezcan en ella.
Rosita sonrió muy contenta, acordé con sus veintidós años, pero fué Romina quien tomó la palabra.
-Yo no puedo mudarme aquí. Tengo casa propia. Y menos me quedaré cinco años cuidando una perra, me parece denigrante. -Y mientras se frotaba el arete derecho agregó, -Más de uno estará de acuerdo conmigo en lo ridícula que es esta condición de dedicarse a cuidar a una perra cinco años.
Roberto fué el único que asintió, pese a la mirada fulminante de su señora de moño negro. Ricardo tomó la palabra ahora diciendo.
-Yo debo decir que no tengo inconveniente en mudarme a la mansión a cuidar a Rica junto a Rosita, que ya la veo deseosa de acompañarla.
Rosita sonriendo miró a Ricardo y agregó.
-La verdad disfrutaré mucho de cuidar a Rica junto a tí, Ricardo. Y siempre me gustó la casa de papá, de modo que pasaré muy agusto estos cinco años.
El abogado, que no se perdía palabra alguna dijo.
-Acordando ya quienes cuidarán de Rica puedo agregar que ellos, tanto Rosita cómo Ricardo recibirán un cincuenta por ciento más de herencia qué sus hermanos si la condición de que Rica viva quince años se cumple. Y con esto doy por terminada la lectura del testamento del señor Bradley.
El abogado se incorporó de su asiento teniendo en su mano su taza de café y se despidió extendiendo la mano a los presentes en un gesto rápido que les dió a todos la impresión de que quería dar por terminada la charla desde que entró en la habitación. Roberto y Romina se levantaron de sus asientos y salieron de la habitación sin siquiera despedirse del resto de la familia. Se veían muy indignados y contrariados en sus semblantes.
En la sala de reuniones quedaron Rosita y Ricardo quienes se acercaron al asiento de Rica. Rosita empezó a acariciar a Rica en la cabeza y dijo.
-Tu no tienes que preocuparte por nada. Papá se fué pero no sin asegurarse de que siguieras siendo querida por otras personas. Ricardo y yo nos aseguraremos de que disfrutes del resto de tu vida. No dejaremos que la depresión por la pérdida de papá te lleve a tí también.
-Nosotros te sacaremos a pasear por los prados de la mansión como hacía papá a diario, -dijo Ricardo. -Por eso no tienes que preocuparte. Ahora te llevaré a tu casita para que descanses y espero que recuperes pronto el apetito.
-Llevala con cuidado Ricardo, que la pobre está muy débil, -dijo Rosita. -Yo te acompañaré y me quedaré junto a ella hasta que coma algo por lo menos.
Ricardo alzó a Rica envuelta en la toalla y Rosita le abrió la puerta para que pudiera salir. Mientras los dos recorrían las galerías se toparon con Roberto y Romina que estaban conversando solos, sin sus parejas. Cuando ellos se percataron de que Rosita, Ricardo y Rica estaban pasando por la galería dejaron de conversar y se quedaron mirando a los hermanos que cargarán con el peso de cuidar a Rica cinco o más años. Romina dijo en voz alta para que todos sus hermanos la escucharán.
-Mira que poner tantas trabas solo para cuidar de su perra. Papá era sin dudas un excéntrico.
Rosita se acercó a Romina y señalándole con el dedo le dijo.
-Tu harías lo mismo por tu esposo que es tu compañía en la vida. Pues para papá Rica fué su compañía y hay que respetar su voluntad de que continúe viviendo bien y no se muera de tristeza o soledad.
Romina corrió la mirada y cruzada de brazos esperó que Rosita se fuera. Una vez que estuvo a solas con Roberto le dijo.
-Y esto es lo que queda para nosotros dos, que fuimos los únicos que formamos nuestras propias familias.
Roberto, con el puño cerrado por la furia dijo.
-Por mí que se metan la fortuna de papá por dónde les entre. No voy a descuidar a mis hijos por una perra.
Rosita, Roberto y Rica llegaron a la casita de esta última, que era una habitación amplia para la perra y que permitía entrar hasta tres personas. Una vez dentro Roberto puso con cuidado a Rica en su cama y excusándose se retiró, dejando a Rosita a solas con Rica. A solas con Rica Rosita vió el plato con carne y arroz frito que está a un lado de la cama de Rica. Le acercó el plato mientras la acariciaba y Rica dió un par de bocados antes de cerrar los ojos y dormirse. Rosita, sentada en la cama, siguió acariciándola un buen rato mientras dormía antes de levantarse e irse de la casita de Rosita.
Afuera se topó con Ricardo que le sonrió al verla. Rosita pensó entonces en lo guapo que se veía su hermano de traje negro y le dijo.
-Te sienta bien esa ropa hermano.
Ricardo dejó de sonreír y dijo.
-Es una pena tener que llevarlo por la muerte de papá, pero hay que seguir adelante.
-No me digas, -dijo Rosita. -Yo que hablaba a diario con papá ya extraño nuestras conversaciones matinales.
Con estas palabras Rosita se lanzó a llorar y Ricardo la abrazó. Cuando se hubo calmado le dijo.
-Papá siempre se preocupó por todos, incluso por Rica. Estoy seguro que él quiere, dónde sea que se encuentre ahora, que pasemos nuestros días lo mejor que podamos. Y eso mismo haremos hermana. Lo haremos por su memoria.
Rosita se apartó un poco de Ricardo y le dijo.
-Así será mi hermano. Y lo recordaremos con alegría.

El Dragon De CiudadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora