Sentado en un cómodo sillón de cuerina en la casa de mi prima Andrea me dí cuenta de que no había tomado mi medicación. La misma se encuentra en mi mesa de luz a más de diez kilómetros de distancia. Pero lo singular fué como me dí cuenta.
Cómo dije, sentado en el sillón de la pequeña sala de estar de mi prima, esperaba que volviese de hacer las compras para hacer el almuerzo. Y yo, esperando, miraba desde mi aposento la decena de cuadros que tenía en su sala. La mayoría eran de paisajes de todo tipo. Uno era el de un camino cercado por una arbolada. Otro era la imagen de una carreta saliendo de un barrial. Nunca me cansaba de ver sus cuadros, y siempre encontraba alguno en el que volvía yo a centrar mi atención. Sumido en un cuadro de un río en el que tres patos paseaban por sobre el agua me dí cuenta de que no tomé esa mañana la medicación cuando Tiger, el gato blanco de mi prima me miró y le dije -hola -mentalmente. Y Tiger me contestó mentalmente, -Hola Loco, -así nomás, el muy atrevido. -Cuentame un cuento ahora que podemos charlar.
Y aquí viene la historia de Tiger y yo. Hace menos de un año sufrí un ataque de esquizofrenia en el que empecé a hablarle a todas las cosas. Conversé con perros, gatos, árboles, pájaros y un largo etcétera. Y una vez en la que viví en la casa de mi prima durante mi dolencia Tiger llegó a ser mi compañero de tardes solitarias. Yo le contaba lo que sabía de los gatos callejeros e incluso de los gatos monteses y él escuchaba y comentaba cada historia con una sapiencia propia de un gato instruido. Tiger me dijo que aprendió a hablar mentalmente en español deduciendo lo que oía de Andrea y otros humanos que visitaban su casa. A las palabras que él desconocía yo le explicaba su significado. Y es así como nos volvimos muy buenos amigos. Al punto que eligió mi cama para reposar por las "siestas" que se dan los gatos en las noches. Luego comencé el tratamiento para mi esquizofrenia y dejé ese vicio de hablarle a las cosas. Pasé a verlas como animales y no como mis iguales. Sumado a esto no tenía más diálogos mentales, ni con Tiger ni con ningún otro objeto o animal.
Pero hoy olvidé tomar la medicación y ya me encuentro hablando con Tiger de nuevo. No me asusté. Para mí era como volver a tratar a un viejo amigo. A la respuesta de Tiger de mi saludo la tomé como algo natural, y luego de meditar unos minutos sobre los cambios que he tenido desde que comencé el tratamiento le dije mentalmente, que es la única forma en que me puedo comunicar con los objetos "no inteligentes" según el común de la gente.
-¿Qué has hecho estos meses Tiger? ¿Sigues obsesionado con crear tu grupo de gatos monteses de ciudad?
Tiger, sentado frente a mí me miraba. En seguida me contestó muy emocionado.
-Ya tengo un grupo de asalto como decías tú, Hammer. Salimos por las noches a reclutar gatos callejeros. Ya somos como más de diez.
Dicho esto Tiger se sentó en el sillón de al lado mío y se hizo un bollito. Continuó diciendo.
-¿Donde vives tú ahora? Hace semanas y semanas que no vienes aquí a dormir. ¿Será que eres ahora como un gato sin dueño?
Le rasque la espalda mientras él aún estaba hecho un bollito y le dije.
-Ahora vivo con mi madre muy lejos de aquí. Y ya no hablo con los animales, salvo ahora que no tomé mis pastillas.
-Que raro eso de las pastillas. Yo las como y puedo hablar con lo que sea.
-Ya sé, -dije resoplando. -mis pastillas no son alimentos. Son para no hablarle a las cosas. Además son tres nada más.
-¿Y a qué te dedicas ahora? Los humanos solo hacen incoherencias. ¿Te has vuelto igual a ellos?
Me rasqué la cabeza y di un vistazo a los cuadros bien enmarcados.
-Me dedico a escuchar música, leo libros y veo pinturas.
-¡Lees libros! -dijo levantando la cabeza-. Entonces tienes más historias para contarme. La de Arthur Connan Doyle me encantó. Cuéntame una antes de que vuelvas a tomar esas pastillas para enmudecer que tomas.
Hice memoria sobre los libros que había leído recientemente y recordé a Robinson Crusoe. Cómo siempre cambié los personajes humanos por gatos y le conté un resumen muy breve del libro. Cuando terminé la historia Tiger se desperezó y me dijo.
-Ya ves lo importante de hablar con los animales. Si no fuese por viernes ese Robinson hubiese terminado como un gato arisco. Me voy Hammer. Ya es medio día y con mi grupo nos repartimos por el barrio a pedir comida humana. Cómo sabes son más ricas que nuestras pastillas.
-Aunque no tan nutritivas. Cómo ya te he explicado Tiger esas pastillas son hechas con todo lo necesario para alimentar a un gato. Igual me alegro que disfrutes de la comida humana.
Tiger saltó del sillón y se puso frente a la puerta abierta y antes de salir me dijo.
-¿Qué harás ahora que puedes hablarnos? ¿Aprovecharás a hablar con los árboles?
-Ni me digas Tiger. Le debo mucho a los árboles, pero nada en lo que respecta a conversaciones. Su idioma es tan lento y les importa tan poco la vida biológica que apesta charlar con ellos más de lo necesario. Voy a quedarme aquí hasta que llegue Andrea. Comeré con ella e iré a casa a tomar la medicación.
-Bueno, imagino no le dirás nada de lo que conversamos. Allá ustedes con esos secretismos. ¡Si pudiese hablar con Andrea me escucharía más de una verdad!
-Ya me lo creo. Adiós Tiger.
-A Dios de los gatos voy, -dijo burlonamente y se fué.
Quedé solo en la sala y seguí mirando los cuadros. Entonces me percaté de un detalle que se me había pasado. Muy rara vez hay cuadros de hombres acompañados por animales. Hay algo a este respecto que comparto con Tiger. Si los hombres hablaran con los animales se evitarían hacer tantas incoherencias. Cómo quitarse la ropa para dormir. Uno pasa frío al santo botón.
Fin
ESTÁS LEYENDO
El Dragon De Ciudad
RandomSerie de cuentos que disfruté escribiendo. Algunos son cuentos que escribo para aclarar mi mente. Otros son ocurrencias del momento. Espero le hagan pasar un buen rato a quien se tome la molestia de leerlos. Atte. Damián Gauto