Arrojó un florero contra la puerta y el cristal se destrozó en cientos de pedazos, dejó manchones de agua por cada rincón y vidrios filosos sobre todo el piso. Gritó inhumanamente y estampó su espalda contra la pared blanca, lloró jalando sus cabellos rubios al borde de arrancárselos y observó con sus ojos opacos y grandes ojeras negras a la mujer que se acercaba a lo lejos con una mirada furiosa y una determinación de acero.
—¡NO VOY A IR!
Anthony lloró con más fuerza, su demacrado rostro de piel seca y de lágrimas que corrían por sus mejillas y manchaban todo su rostro de maquillaje corrido y negro se mostró como nunca antes. Cruel y real, fruto de la restricción de drogas que Molly le obligaba a cumplir.
Pero ella había llegado a su límite. Ya no podía lidiar con los ataques de ansiedad y la abstinencia de Anthony, sabía que era hora de que él obtuviera ayuda profesional.
Molly era una mujer delgada y solía utilizar conjuntos femeninos, largas botas y abrigos de cuero negro en contraste con su piel pálida, cabello rubio y ojos celestes. A pesar de tener una apariencia angelical, su caracter era el de un demonio cuando debía cuidar a Anthony y ocuparse de su bienestar.
Lo tomó por los hombros, estampó el delgado cuerpo consumido de su hermano y lo sacudió para que entrara en razón. Los ojos grandes, repletos de lágrimas y horrorizados del rubio no dejaron de mirar los de ella.
—¡Cállate y escúchame! ¡Irás! ¡No te estoy pidiendo tu opinión sobre esto! ¡Te lo estoy exigiendo!
—¡Mierda, no voy a ir! ¡Jamás voy a ir! ¡No quiero dejarlo, ni tú ni nadie puede obligarme a dejarlo!
Exclamó Anthony totalmente sumergido en un ataque de histeria y furia. La apartó de un empujón, le dio varios manotazos bruscos a las decoraciones de cristal que se acomodaban en la amplitud de la casa y destrozó concreto, vidrio y cristal. Su ataque rabia, su pánico y sus nervios se estaban apoderando de su raciocinio. No podía contener la abstinencia de las drogas y las pesadillas vespertinas. Era demasiado para su cuerpo y su débil mente.
Lo único que tenía en claro era que necesitaba cocaína y no podía dejarla.
—¡Irás! ¡Ya pagué tu estadía y la rehabilitación no está en discusión!
Molly lo había encerrado en su casa para que dejara de consumir, lo obligó a hacerlo desde la ignorancia, siendo inconsciente de todos los efectos secundarios que podría sufrir sus hermano. Ataques de nervios, sudoración y vómitos era lo mínimo que su cuerpo había sufrido desde hace semanas enteras.
Y a pesar de los esfuerzos de la mujer, Anthony no quería dejar la droga. No ponía voluntad de su parte, no quería saber nada de una rehabilitación y mucho menos una obligada. Se negaba a asistir a cualquier centro y le valía mierda que su hermana quisiera hacerlo por su bien.
Anthony volvió a arrojar botellas contra las paredes, manchó todo con vino morado y, al final, se arrodilló y en el piso y se sostuvo la cabeza llorando a los gritos. No podía soportar la realidad de la abstinencia, se estaba volviendo completamente loco y no sabía cómo su cuerpo debía soportarlo. Si no probaba cocaína una vez más, iba a morirse.
Sin duda, iba a morir.
Molly también cayó de rodillas al suelo, gateó hacia su hermano y lo abrazó desde atrás llorando sin fuerzas. Sollozó muy adolorida por la cruda realidad que debía enfrentar su hermano, él no merecía todo ese sufrimiento.
Ella, sin tapujos o arrepentimientos, alzó la voz rompiendo su garganta e insultando con todas sus fuerzas al causante de las adicciones de Anthony y a su perdición como ser humano.
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Teen Idle 『 RadioDust 』
FanficQuiero ser una rubia teñida. Quiero que el mundo se vaya lejos. Deseo ser un adolescente despreocupado. Desearía ser el rey de la graduación. Los años perdidos. La juventud pérdida. Las lindas mentiras. La fea verdad. Los horribles años de ser un...