mientras el mundo se derrumba

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Alastor estaba sufriendo sobre su escritorio. Trataba de mantener un margen y realizar las cuentas en una libreta y, a medida que avanzaba, se frustraba aún más. Los cálculos de dinero eran extenuantes y siempre lo estresaban tanto que quería terminar llorando en un rincón de la habitación. Estuvo un largo rato haciendo sumas y restas y, en conclusión, si compraba un café y una galleta por día el resto del semestre podría sobrevivir. Se suponía que con sus ahorros podría vivir tranquilamente hasta los próximos meses, pero tendría que empezar a ajustar su presupuesto.

Mientras su cabeza se quemaba, Anthony estaba sobre su propio escritorio tarareando una canción y con sus grandes cascos a todo volumen colocados en sus oídos. Dibujaba a gusto y marcaba grandes líneas con su lápiz de carbón sobre una regla. Estaba en su propio mundo y, como le prometió a Alastor, había optado por no poner la música alta y hacer escándalo cuando ambos estuvieran estudiando. Lo estaba respetando bastante y hasta le dejaba su propio espacio, dejó de traer chicos también porque sabía que no le agradaba escuchar ciertas cosas. Al fin se estaba comportando bien luego de un par de meses de hacer su vida un infierno.

Se aburrió al terminar de dibujar las siluetas y el diseño para el trabajo de su materia favorita. Se levantó, fue al clóset para sacar algo de ropa y luego se dirigió al baño para encerrarse. Tomaría una ducha para cumplir los planes de esa noche. El clima comenzaba a ser un poco menos frío que en pleno invierno y era un día perfecto para salir. Tenía planes.

Alastor solo regresó a la realidad cuando escuchó que Anthony se encerró en el baño y encendió la regadera. Se enderezó en su lugar y se quedó callado por unos momentos. Recordó que los fines de semana Anthony solía salir de fiesta antes de que el fatídico día del rechazo hubiera sucedido. Lo había dejado de hacer, también había dejado de traer hombres. Agradecía el silencio y el respeto, nunca pensó que podría cambiar tanto en tan poco tiempo y que sus charlas sobre el respeto funcionarían.

Era casi como si fuera un universitario normal.

Aún así, Alastor sabía que había dejado de ir a esas fiestas de fraternidades porque el sujeto que lo había rechazado de seguro seguía asistiendo y no quería verlo. El sentimiento de que aún no lo superaba y por eso no quería cruzarlo era agobiante e incómodo, pero quizá era lo que Anthony debía hacer. Después de todo, tenía que evadirlo para olvidarlo por completo y era un proceso que llevaría tiempo.

Honestamente, Alastor prefería que Anthony no saliera y durmiera cómodamente en la cama de al lado antes de exponerse demasiado a la bebida y a los excesos de esas fiestas. Era muy propenso a sobrepasarse y en ese estado vendía su cuerpo. La idea ya era escandalosa, era preocupante. No quería que le hicieran daño o lo lastimaran en medio de todo ese turbio trabajo. Quería mantener a Anthony a salvo, aunque decirle eso sería difícil de explicar sin confesar que le gustaba.

Estaba un poco inseguro sobre ese día. Tenía miedo de que el rubio quisiera ducharse y arreglarse para volver a salir con esos falsos amigos a alguna fiesta y volver a las andadas.

Se levantó y, aún con esas ideas pesimistas rondando por su cabeza, se distrajo repentinamente al observar con detalle el escritorio de Anthony y el dibujo que había elaborado con tanto esfuerzo con un lápiz de carbón blando.

Quedó sinceramente embelesado ante la obra de su compañero y la observó por largos minutos. Nunca había visto alguno de sus trabajos completos y se veía precioso y delicado ante sus ojos. Una estructura femenina de curvas complejas y un vestido con detalles muy pequeños y compuestos.

No se ve nada mal. Es muy profesional.

—¿Por qué te sigues sorprendiendo? Soy un genio.

Teen Idle 『  RadioDust  』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora