Advertencia: +18
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Le dijo que conocía a sus amigos, a sus hermanos, a cada persona que se cruzó en su camino en esos años y que recolectó la suficiente información para que tuviera cuidado con sus decisiones. No dio amenazas explicitas, pero su tono de voz era el de siempre: falsamente dulce y venenoso, como si estuviera disfrutando cada momento de su interacción.
Anthony respondió solo algunos mensajes y escuchó sus audios cuando iba de camino al punto de reunión, en el interior de un autobús vacío que marchaba hacia su destino. Desde el principio, desconfió del remitente ya que Val cambiaba de número cada cierto tiempo. Pero su identidad se hizo inconfundible al escuchar su voz luego de tantos años sin oírla.
Anthony siguió sus órdenes porque estaba aterrorizado. Se abrazó a si mismo en el asiento individual del bus y enterró su rostro entre sus rodillas como si sintiera un dolor terrible en el vientre. Lo que le fuera a pasar no tenía que involucrar a Alastor ni a sus amigos, no quería que nadie saliera herido o perjudicado por su culpa de ninguna manera. No sabía que esperar... No sabía que movimientos había ejecutado Val en todo ese tiempo o lo grande que se había hecho, no tenía idea de su trayectoria o su poder. La incertidumbre lo hacía tener más miedo.
Valentino le prometió que hablarían, el punto de reunión era un centro comercial público y no podía hacer movimientos en un lugar con tantas persona presentes. Iría solo a negociar con su ex prostituta. Pero Anthony sabía que algo marcharía mal. Se decidió a obedecer y también a ceder. Antes no tenía nada que perder, pero ahora si lo tenía. No podía tomarse a la ligera nada de lo que podría pasar.
Cuando bajó del bus y atravesó las puertas del centro comercial, un escalofrió terrible le recorrió el cuerpo al igual que el sudor frío. A plena vista y bajo los ojos de las personas, Valentino parecía un hombre normal con exceso de dinero. Nadie sospechaba sobre su profesión, nadie comprendía qué vendía servicios y establecía tratos aberrantes con sus clientes. Ese día su imagen siguió pasando de largo frente a las personas. Anthony lo vio a lo lejos, al fondo y solo, ubicado en un pequeño sofá de una cafetería.
El proxeneta bebía una elegante taza de café en una de las mesas de la cafetería con más clase del espacio visitado. Lo avistó a lo lejos y le sonrió elocuente, le mostró el eterno brillo de sus iris rojos sangre el cual se clavó en el alma de Anthony como una daga en su corazón. El rubio se quedó petrificado porque su cuerpo no le respondía. Quería huir, estaba por largarse a llorar sin sentido alguno por el pánico súbito que experimentaba su cuerpo solo al recordar.
Retrocedió y su mente se nubló por completo. Sabía que tenía que avanzar, sabía que solo se trataba de hablar y que Val no podía lastimarlo de forma explícita frente a todas las personas de su alrededor. Sin embargo, sus pulsaciones eran muy fuertes y todo su ambiente se volvió hostil a su parecer. No podía soportarlo, estaba sufriendo una crisis con solo verlo y recordar las cosas espantosas que tuvo que hacer por él. Pensó que podía lidiar con eso, pensó que había superado gran parte de ese dolor pero al parecer nada de eso había ocurrido en lo absoluto.
Anthony retrocedió mucho más horrorizado y fuera de control de lo que hubiera esperado. Estaba por darse la vuelta completamente para huir sin pensar en las consecuencias de sus actos. Pero no pudo hacerlo para su desgracia, ya que una mano le cubrió la boca desde atrás y le encajó un pañuelo empapado en droga en el rostro. Nada de eso llegó a ser un forcejeo ni mucho menos una lucha, porque apenas la tela mojada tocó el rostro de Anthony, él se desvaneció entre los brazos de ese desconocido.
Las horas y los minutos se mezclaron en totalidad a partir de ese instante.
—¿Por qué viniste? ¿Sigues siendo adicto a mi?
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Teen Idle 『 RadioDust 』
FanficQuiero ser una rubia teñida. Quiero que el mundo se vaya lejos. Deseo ser un adolescente despreocupado. Desearía ser el rey de la graduación. Los años perdidos. La juventud pérdida. Las lindas mentiras. La fea verdad. Los horribles años de ser un...