Inhaló y exhaló profundo.
Allí estaba. Faltaba una semana para que las clases dieran comienzo y él debía establecerse en su residencia por lo menos ese semestre. Alastor estaba de pie frente a la puerta de su nuevo dormitorio y llevaba su equipaje encima. Se marcaría una nueva forma de empezar en su historia personal y debía causar una buena primera impresión a su compañero de cuarto. En realidad, Alastor tenía la dudosa reputación de no caer precisamente bien desde el principio. Pero quería hacer la excepción con el extraño con el que compartiría su lugar de estudios por esos meses.
Trató de abrir la puerta y se encontró con que esta estaba con llave. Aquello no lo sorprendió, era normal mantener la seguridad dentro de la residencia. Sacó su nuevo juego de llaves de su bolsillo y se atrevió a girar la perilla luego de quitarle la traba. Ingresó entonces a paso marcado con una gran sonrisa adornando sus labios. Eran las nueve de la mañana y el sol estaba deslumbrante. Nada podría arruinar su primer cruce con su compañero de cuarto.
Entonces... lo vio.
Y no precisamente a su compañero.
—¿Qué...?
El desastre. No, era peor que una escena de un asesinato. Si Alastor fuera un total homicida, de seguro mantendría la escena del crimen mucho más pulcra y decente que ese lugar. Y no estaba exagerando.
Formó una expresión de completo asco porque, a medida que miraba los detalles de su alrededor, todo se volvía peor. Cerró la puerta, dejó su equipaje a un lado y siguió analizando horrorizado todo ese campo de batalla. Fue tan desagradable que no pudo quitárselo de la mente con facilidad.
Botellas de alcohol a medio beber por todos lados, vidrios rotos provenientes de botellas muy viejas por los rincones, suelo pejagoso y alfombra húmeda con sustancias dudosas cubriéndolo, bolsas pequeñas con hojas secas y molidas de marihuana sobre el escritorio, polvo blanco en otras, latas de cerveza sobre la cama, ropa de mujer de muchos colores sucia sobre los colchones, sábanas arrugadas y desordenadas por el piso, medias de red rotas sobre las sillas, dildos y juguetes sexuales arriba de la almohada, maquillaje manchando el cubrecamas y mucho rímel y sombras en mal estado.
También había un cerdo.
¿Un cerdo?
—¿Quién vive aquí?... ¿Quién puede vivir así?
Había demasiado olor a cigarro allí dentro mezclado con olor a perfume femenino. El cerdo era muy pequeño, pero dormía en una pequeña colchoneta al final de una de las camas. ¿Se permitían animales allí? Algo le decía que no.
Bueno, al parecer su compañero de cuarto era una prostituta o algo por el estilo. Una mujer. Nadie le dijo nada al respecto, nadie de los que trabajaban en la residencia. Solo que tenía un compañero de cuarto. Se suponía que debía ser hombre... Ni siquiera sabía cómo funcionaba porque nunca tuvo el lujo de pasar por una experiencia así.
Tenía que hacer una limpieza profunda. Estaba seguro que su compañera le agradecería el gesto. Eso no se oía mal, de hecho sería una muy buena impresión y buen comienzo. No tendría que agradecerle nada y lo haría para empezar esa convivencia con el pie derecho.
Aunque... Relacionarse con alguien que llevaba ese caótico estilo de vida y tenía un cerdo de mascota se le hacía un poco inconcebible en su mundo. Alastor era una persona muy tranquila, muy correcta, muy paciente. Trataba meticulosamente de tener el control todo el tiempo. ¿Realmente podría tener respeto por alguien que parecía ser un absoluto desastre?
Tal vez estaba prejuzgando. Al parecer, el que tuvo una primera mala impresión con respecto a su nuevo compañero de cuarto fue Alastor.
El transcurso de la limpieza resultó ser tranquilo. Alastor empezó a recoger ropa y a utilizar una vieja aspiradora que parecía ser un adorno polvoriento dentro del armario.
ESTÁS LEYENDO
Teen Idle 『 RadioDust 』
Hayran KurguQuiero ser una rubia teñida. Quiero que el mundo se vaya lejos. Deseo ser un adolescente despreocupado. Desearía ser el rey de la graduación. Los años perdidos. La juventud pérdida. Las lindas mentiras. La fea verdad. Los horribles años de ser un...