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Preguntas que delatan. Y esto es guerra.

A la siguiente mañana, me levanté más tarde de lo común. Eran las diez. Decidí no ir a la cafetería y desayunar en casa.

¿Qué tenía de bueno la cafetería? ¿Qué tenían de bueno los restaurantes? Si la comida la podía preparar yo, con mi toque, más económico y casero.

Instantes después, cuando terminé mi desayuno, hecho por mí, decidí que hoy sí era día de ir al gimnasio, ya que ayer no había ido e iba a romper la rutina perfecta que había planeado. La había roto.

Cuando llegué al gimnasio, arrasé con todo. Me esforcé demasiado en cada ejercicio y entrenamiento, como si estuviese desesperado. Aunado con las canciones que tenía puestas, me sentía el más poderoso de el lugar. Capaz de golpear todo. Sonaba This Means War y me ponía eufórico con ganas de cantar, golpear y moverme como idiota. Imaginé el rostro de ése tal Austin en los sacos de boxeo y la sangre me hirvió. Golpeé con más fuerzas. Y me animé a dar con más coraje.

Varias canciones después, terminé fatigado y con la respiración muy entrecortada. Entonces decidí que ya era tiempo de marcharme para ducharme y descansar.

Fui a casa y me di una corta y relajante ducha. Mientras me duchaba recordé que era viernes y había quedado para salir con Maddie.

La llamaba la pequeña gruñona porque se enojaba por cualquier cosa y además su nombre le quedaba muy bien para lo enojadiza que era. Cuando ella estaba enojada, dormía conmigo y solía abrazarme tan fuerte que me sofocaba, pero sólo así se calmaba.

La llamé para quedar a cenar a las nueve y pasar por ella. Aceptó de buena manera; de hecho muy feliz. La verdad, era que necesitaba despejarme un rato de todo ese enojo que tenía desde hacía días.

Mi mente estaba en un debate enorme por ir a la cafetería o no. Pero ¿a qué iría? Podía hacerme yo mi propio café en mi propia casa, sin la necesidad de viajar y gastar. Pero... El café que servían ahí era más rico que el que preparaba yo, eso era lo que pasaba. Al mío le faltaba azúcar y nunca la sabía balancear.

-Al demonio todo -murmuré para mí mismo y tomé las llaves del coche-. Voy a ir.

Me dirigí a la cafetería y en cuanto pisé el lugar, me puse nervioso y busqué con la mirada algo... Necesitaba algo de ahí... Ah, sí, era café lo que quería...

De pronto escuché que dijeron mi nombre. Fijé la vista en Tania, que me llamaba.

-Alan... -me pidió con señas que me acercara un poco.

-¿Qué pasa? -pregunté con el ceño fruncido, confundido y me acerqué lentamente a donde Tania estaba.

Cálmate, Alan...

-Por Dios, ¡no te la vas a creer! -dijo ella, emocionada.

Eso me alteró mucho más. Esa frase no empezó del todo bien. Entonces la miré, atento y algo nervioso.

-Tania, dime sin rodeos. Me estás poniendo nervioso. ¿Qué cosa pasa?

-¿Nervioso? ¡No deberías! -se carcajeó y eso me apuró muchísimo más-. Bueno, el chico éste... -cerró los ojos, como tratando de recordar-... ¡Austin! Su nombre es Austin... ¿Sabes de quién hablo? El chico éste, alto, castaño y...

-Sí, lo conozco -la interrumpí-. ¿Qué con él?

-Vino conmigo y me preguntó: "¿Oye, te sabes el nombre del chico pelirrojo que viene por acá?" Y le dije: "¿Te refieres a Alan?" Y me preguntó: "¿Así se llama?" Entonces asentí y él volvió a preguntar: "¿Sabes por qué no ha venido hoy?"

-Espera... ¿Preguntó por mí? -le cuestioné cuando procesé lo que me acababa de contar.

Austin preguntó por mí...

-¡Sí, por Dios! Alan..., ¡Creo que le gustas! ¿Has visto cómo te mira?

-¿Cómo demonios le voy a gustar a alguien que no me conoce? Estás loca y ése tipo lo está igual. No me gustan los hombres. Tengo novia y, además, ¿no te has dado cuenta cómo me mira ése? En realidad, parece que me quiere aniquilar.

-Cállate, es la mirada del amor... Creo que le gustas -al escucharla repetir aquello, me reí, irónico.

-Será mejor que no creas nada -dije con desdén al tiempo que me alejé de la caja para irme de allí.

-Epa, pero ¿qué no ibas a ordenar algo? -preguntó, risueña.

-Ya no quiero nada -dije con un tonito de mala gana, saliendo de la cafetería.

-¡A mí no me engañas, viniste para poder ver a Austin! -alcancé a escucharla gritar y eso me golpeó en la ira.

Por Dios... No me la creía que aquel tipo hubiese preguntado por mi nombre. ¿Enserio? Yo no debería interesarle en lo más mínimo. O tal vez sí, pues preguntó por mí. Esto me estaba asustando...

Another Me.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora