18.

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Era muy fácil para mí molestarme con Austin. Él se tomaba algunas cosas muy a la ligera. Eso me molestaba. Mi lado amargo no entendía muy bien eso de "dejarse llevar" o "dejarlo fluir". No era tan fácil.

Y en esos momentos, discutíamos. Estábamos en los balcones de un restaurante que me gustaba mucho. Él estaba fumando, apoyado en la mesa donde habíamos comido. Yo lo miraba, apoyado en la reja del balcón.

-Tienes que hacerlo -repitió por tercera vez.

-No es fácil, por Dios... -pasé una mano por mi nuca-. ¿Cómo lo hiciste tú?

Tomó una bocanada de su cigarrillo y luego me miró. Soltó el humo cerca de mi rostro. Eso me gustó. Me gustaba la manera en que Austin fumaba. Lo hacía ver exquisito. Luego, respingó.

-No creo que te guste mi método. Tan sólo se los solté. Así de plano. Sabes que me gusta ir al grano.

Demonios, él tenía razón. Ambos éramos muy diferentes en cuanto a pensar. La manera en que él lo dijo, seguro fue como un disparo. Estaba a punto de claudicar. Pero no podía. Antes de hacer aquello, debía planear algo.

-Pero -añadió-: conociendo tu forma de hacer las cosas, puedes darles un discurso de porqué me amas tanto. Que venga de tu corazón -hizo rostros dramáticos, a lo cual reí-. Que venga de tu alma. De tu pensamiento.

Por fin decía algo razonable, entendible y que me daba visión.

-Oye..., no es tan mala idea.

-¿Lo ves? Eso es dejarse llevar. Sólo que más sutil. Yo no conozco de sutileza, como te diste cuenta desde un principio. Pero tú sí que conoces de eso.

-¿Y tú estás listo? -le pregunté.

-Por supuesto.

-¿No tienes miedo?

-A nada... ¿A qué debería temerle?

-¿A nada? ¿Qué clase de hombre insensible eres?

-Bueno..., le temo a...

No terminó de decir aquello. Volvió a tomar una bocanada de su cigarrillo y desvió su vista de mí. Negó con la cabeza. No quería responder a mi pregunta. Antes de que sacara el humo del cigarrillo, me acerqué hacia él, tomé su rostro y lo hice mirarme. Alcé una ceja. Él contuvo el humo en sus mejillas hasta no poder más y sopló el humo en mi rostro. Sonreí.

-Basta de eso. Te hará daño -replicó, evitándome la mirada.

-¿Y acaso a ti no? -pregunté, algo molesto.

También desvié mi mirada. Estábamos hablando algo alegre y luego se volvía serio. De serio pasaba a molesto. Y de molesto pasaba a irritante e incómodo. Justo eso pasaba. Los cambios de humor eran constantes.

-Lo siento... -habló, de pronto.

Yo lo ignoré. Tan sólo me quedé mirando hacia el suelo. Lo escuché recorrerse más cerca. De pronto sentí cómo me rodeó la espalda con su brazo. Se apegó a mí. Yo seguía con la mirada perdida.

-Te voy a apoyar, ¿está bien? Todo va a ir bien... Lo siento por ser tan estúpido algunas veces. Lo siento. Tan sólo no quiero dejarte de nuevo.

Yo resoplé. Quién sabía.

-Tengo miedo de que te alejes de nuevo -confesó por fin-. Eso es lo que temo. Porque me conozco, Alan, soy un maldito insensible que no se toma las cosas enserio. Pero contigo es diferente. Quiero cambiar y hacer las cosas bien. Yo siento algo serio por ti... Por eso no quiero dejarte.

Another Me.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora