Limón y Sal (Extendida)

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Valentina siempre había pensado que el destino no existía. Que la vida era el resultado de las constantes e interminables tomas de elecciones que teníamos día con día, si quizá decidía toma un café por la mañana probablemente llegara 5 minutos antes al trabajo en lugar de si tomaba un licuado. Esos 5 minutos perfectamente podría ser el tiempo exacto en que podría haber evitado algún suceso relevante, como una multa de transito por ir a exceso de velocidad, o algo completamente irrelevante como tener que tomar una calle alterna.

Cada elección previamente tomada, se ramificaba en una serie de resultados infinitos con infinitos números de posibilidades a su vez. Al final su día iba a ser el resultado de mil millones de opciones que no se llevaron a cabo, por el simple hecho de que por la mañana había decidido tomar un una taza de café.

La primera vez en su vida que había sentido que no tenía el control sobre ese destino, fue cuando Juliana se había impactado en su vida con ese vaso de café en las manos. A partir de entonces había sido un constante perder el control sobre todo lo que ya había previamente establecido, y aun a pesar de todas y cada uno de los pasos a seguir que tenía casi memorizados, estructurados y definidos milimétricamente en su cabeza, nada había salido como ella quería, y sin dar lugar a dudas, era el desastre más maravilloso que le había pasado en su vida.

Estaba frente al espejo preparándose para ir a cenar, Juliana no le había querido decir a que tipo de restaurante irían, la morena fue la primera en acaparar el baño y salir en 15 minutos para comenzar a arreglarse a fuera.

La ojiazul observaba su elección de outfit para esa noche, un palazzo negro de manga larga abombada con transparencias, el escote de enfrente bajaba hasta poco arriba de su ombligo rematando en un moño en un costado justo en su cadera, el corte de la parte baja era recto y terminaba un poco más arriba de los tobillos, permitiendo usar unas zapatillas de punta de aguja color negro, su cabello castaño iba recogido en una coleta alta con raya en medio. Un poco de delineador negro para enmarcarle los ojos azules, rubor rosa en las mejillas y un labial velvet mornig terminaron de adornar su rostro.

Juliana estaba sentada en el sofá jugueteando con su teléfono con cara de aburrimiento que desapareció en el instante en que sus ojos marrones se cruzaron con los de la ojiazul. La morena estaba muy guapa, se había puesto un vestido color verde esmeralda con un corte un poco más arriba de la rodilla con escote en V al frente no tan pronunciado como el de la castaña pero le hacía resaltar sus pechos, toda la parte delantera del vestido estaba recogido con ondas que comenzaban desde la rodilla y terminaban en la cadera del lado contrario, un par de zapatillas de tacón color nude, su cabello negro caía en ondas hasta los hombros, Valentina se perdió en la visión que la morena frente a ella le estaba ofreciendo.

-. ¿Nos vamos?.- murmuro apenas en un hilo de voz la castaña tomando su cartera negra y avanzando hasta Juliana para ofrecerle el brazo.

Valentina tenía la sensación de que había más de un par de elecciones que esa noche la podían llevar a miles de resultandos posibles, y que ya habían sido tomadas.

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El Ambrosia Rooftop era un restaurante muy cerca del Coliseo con un ambiente que Valentina solo pudo describir como salido de un fresco de Miguel Ángel, la terraza estaba acristalada dividiendo el espacio interior, y gracias al atardecer en el horizonte, una fina capa de colores rosas, violetas y naranjas se pintaban en el firmamento, Juliana le tomo por la mano y la llevo hasta la recepción para dar el nombre de la reservación. Valentina veía maravillada a su alrededor como si estuviese en un cuento de hadas. El mesero las condujo a través de las mesas hasta que terminaron en un salón enorme con una pista de baile en el centro el piso de madera lustrada color caoba y los candelabros iluminando el salón con su luz amarilla y tenue un ventanal que daba directamente al Partenón y a parte de la ciudad al fondo, su mesa estaba inmediatamente en la ventana y Valentina se perdió de nuevo en cada ínfimo detalle que estaba reconociendo, un poco más alejado de ellas, había un grupo musical que estaba tocando algo, se le hizo muy particular que las canciones fueran en español.

IntransferibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora