DIECIOCHO

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Tres días después...

"Lo odio, odio como terminó esa noche, sentir mi corazón acelerado por la impotencia que invadía mi mente y cuerpo; odio que no confiaras en mí, odio que estando en Oaxaca creyeras que me avergonzaba estar contigo cuando en realidad solamente tenía miedo... y sé que tú también, lo podía sentir.

Ojalá pudiera ignorarte para siempre, ojalá pero te amo. Estos días me ha quedado más que claro que no puedo vivir sin ti, por más que quiera me es imposible porque eres lo que me hace sentir completo.

Dentro de mí, una pequeña luz en mi corazón me dice que tu me amas ¿y sabes qué? yo a veces le creo, por cosas así digo que el corazón nunca se equivoca, pero tampoco quiero ceder porque me duele lo que hiciste.

Nunca leerás esto porque debo ser fuerte, aparentar que no estoy sintiendo nada, así que esta es la manera que encontré de contarte lo que no puedo y sacar lo que traigo dentro, las lágrimas ya no son una opción.

Te amo."

Aristóteles aprovechó que Temo y Diego habían salido para escribir esa carta en completo silencio. Cerró su cuaderno rojo donde había escrito esas palabras y suspiró.

Sintió como su cuerpo se relajó, su corazón aún dolía pero al menos ya no guardaba todo eso que quería decir, ya lo había plasmado en una hoja de papel.

Los últimos días Temo trató en varias ocasiones, hablar con Aristóteles, en la escuela, en la casa, se acercaba a él rogando que se quedara un minuto a escucharlo pero era inútil, el rizado sólo lo miraba y se iba.

"—Grítame, enojate conmigo ¡pero dime algo Ari!— Exclamó Temo la última vez que intentó acercarse. Al menos logró que no escapara de nuevo.

—Quiero mi espacio ¿si?— Pidió sin mirarlo a los ojos. Después de eso tomó su mochila, se puso sus audífonos y se fue de la cafetería de la universidad."

Lo había estado evitando porque sabía que si miraba a Temo, su mirada haría que lo quisiera perdonar de inmediato pero las cosas no eran así y quería darse su lugar.

El celular de Aristóteles sonó, era una llamada, era su mamá.

—¡Ari!— Exclamó la mujer al otro lado de la línea.

Ma', ¿Qué onda? ¿Cómo estás?— Suspiró.

Su madre había prometido que a pesar de que lo iba a extrañar con toda el alma, le daría su espacio y no le llamaría a cada rato para que no se sintiera hostigado. Ari no tenía problema con hablar con ella diario, al contrario, le ayudaba mucho.

Con su padre no había cruzado ni una palabra desde que se fue a vivir a la Ciudad de México, mucho menos intercambiaban mensajes así que Aristóteles vivía con la incertidumbre de no saber cuándo volvería a escuchar su voz. En algún momento tomaría la iniciativa pero aún no se sentía preparado para algo así.

—Vine al mercado con tu tía Blanca, solo que me quedé tantito afuera para hablar contigo.— Explicó. Aristóteles sonrió. —¿Y tú cómo haz estado?.

—Bien... supongo.

—¿Supongo?

—Ay ma'... Nadie me dijo que el amor era tan difícil.— Comentó en un tono triste.

—No me digas... ¿peleaste con Temo?.— Preguntó sonando muy apenada por lo que había dicho su hijo.

Audifaz estaba en completo desacuerdo con la orientación de Aristóteles, pero Amapola no, días después de que el rizado se fue de Oaxaca, ella se encargó de mandarle un mensaje dándole todo su apoyo, le dijo que estaba orgullosa del hijo que tenía y que nunca lo abandonaría.

UNA CANCIÓN || Aristemo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora