Terrorista

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En la mansión Lébidiev acababa de atravesar triunfalmente la puerta principal, ajeno a toda la situación, un hombre alto, de unos 37 años, cabello rubio, ojos azul suave (como los de su madre), contextura gruesa de un cuerpo bien entrenado, llevaba un traje formal costoso, pero sobrio, un abrigo negro, que entregó a una de las sirvientas, que lo recibió en la entrada y un maletín, el cual, sin preámbulos fue directo a guárdalo en su despacho. Tras guardar algunos documentos, se dirigió a una de las salas de estar, en donde su madre, Madame Isabella, al verlo interrumpió su “hora del té” y dejo la taza en la mesa de centro dirigiéndose de inmediato a saludar a su hijo.

-      ¡Hijo! – Exclamó alegremente dándole un corto abrazo - ¿Qué tal tu día? – le dijo mientras ambos tomaban asiento y una sirvienta le servía el té al Señor Anton

-      Bastante bien madre, no hubo mayores problemas… aunque de camino a casa vi a algunos policías, al perecer hubo un atentado…

-       No te preocupes por eso cariño, yo misma me encargué de que el culpable fuese detenido – le respondió felizmente casi con orgullo mientras se acomodaba en el elegante sillón

-    ¿Entonces estuviste involucrada? Madre – le preguntó extrañado y preocupado Anton mirando atentamente a su madre, como si buscase alguna herida en ella

-    No, por fortuna llegué cuando todo había terminado… - le respondió indiferente como si quisiera tranquilizar a su hijo - pero los niños están un poco afectados

-   ¿Cómo? – le preguntó Anton , sin poder comprender como sus hijos habían terminado involucrados

-    Nada serio, están en sus habitaciones descansando

Anton quien se caracterizaba por ser bastante cercano a sus hijos y también por ser un poco sobreprotector, se preocupó ante en tono de su madre, así que despidiéndose de ella fue a las habitaciones de los niños, para poder asegurarse de que estaban bien  y de paso entender que es lo que había pasado, al parecer Iván y Alón estaban en perfectas condiciones y no le dieron mayores detalles de lo ocurrido hace solo un par de horas, solo le dijeron “No fue nada serio, solo escuchamos disparos cuando volvíamos a casa y nos escondimos”.

Más tranquilo, porque al parecer no había sido nada grave, se dirigió a la habitación de su hijo Erick, necesitaba verlo, en la mañana se había ido preocupado por él y esperaba que no estuviese enfermo, suponía que el chico no había salido de casa, porque apenas entró a su despacho, se encontró con el informe del día, que los capataces solían darle cuando se ausentaba, y en este señalaban todos los inconvenientes que habían ocurrido, por lo cual, dudaba que el chico hubiese tenido los medios  de transporte necesarios para ir a alguna otra parte.

Como mal acostumbraba hacerlo con sus hijos, abrió la puerta de la habitación de Erick sin tocar antes, encontrándose con la inmensa sorpresa de que esta, estaba completamente desordenada, con cajones abiertos, la ropa tirada en el piso, la cama lucía como si literalmente la hubiesen volteado y los diferentes libros yacían abiertos esparcidos por el piso. Su primera impresión fue pensar que alguien había entrado a robar, lo cual sería completamente plausible, si no fuera porque estaban en una mansión inmensamente protegida, y además no había nada realmente tan valioso en la habitación del adolescente.

-    Señor Anton – lo distrajo de sus divagaciones una de las sirvientas, que al parecer lo estaba buscando

-      Si, ¿Qué ocurre Lucia? – le preguntó volteando a mirarla aun en el umbral de la puerta cubriendo la vista hacia el interior de la habitación

-     El señor Gregory , lo ha estado llamando por teléfono, dice que es muy urgente que se comunique con él – le respondió la joven después de hacer una pequeña reverencia, agachando la cabeza como las costumbres dictaban

Los sirvientes del HuérfanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora