Hechos

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Erick ágilmente alcanzó a cubrirse tras el tronco del árbol, cuando una segunda bala atravesó el aire, cortando esta vez una pequeña rama y perdiéndose entre las hojas que caían cual lluvia en invierno. Su respiración se aceleraba y sus manos comenzaron a sudar, mientras rápidamente observaba entre los árboles el mejor lugar para esconderse, al menos hasta que el tirador quedara sin municiones y él pudiera buscarlo en el otro lado del camino, suponiendo que solo se tratase de una persona.

Como si sus enemigos pudieran leerle la mente, de pronto una serie de proyectiles vinieron de diferentes direcciones, en cuestión de segundos, casi más bien como un acto reflejo Erick terminó de un salto en la sima del árbol subsiguiente y desde la altura escondiéndose entre las frondosas hojas que la reciente llegada del otoño aún no había derribado, buscó con la mirada a sus atacantes, los cuales, se escondían en la alborada de ambos lados del camino.

Aun sin entrar en pánico y con todos sus sentidos concentrados en sobrevivir, saltó al siguiente árbol, según lo que pudo apreciar en las innumerables balas que quedaron incrustadas en el tronco, sus atacantes tardarían unos pocos segundos en volver a recargar sus armas, por lo cual, esto le daría tiempo para huir. Al menos eso pensó que era lo correcto en esta situación, puesto que sin armas para defenderse y aún sin tener claro cuántos atacantes eran, ir por ellos sería una verdadera locura.

Sin darle tiempo para pensar, los estruendos de los disparos comenzaron atravesar el aire fuertemente, las pocas aves que aún se escondían en los árboles volaron despavoridas, y las tranquilas hojas caían en espesos nubarrones, cubriendo la vista de Erick y por lo visto también la de sus atacantes quienes aún no habían logrado acertarle. El chico astutamente continúo moviéndose entre los diferentes árboles, cubriéndose con las ramas o los respectivos troncos, su improvisado camuflaje al parecer estaba funcionando.

Entre los escasos segundos en los que los disparos se detenían, Erick pudo divisar la silueta de 6 atacantes, tres en cada lado del camino, todos acercándose a él lentamente, al parecer lo habían perdido de vista, por lo cual, silenciosamente antes de volver a llamar su atención continúo moviéndose tratando de alejarse lo más rápido de estas personas y todo hubiera resultado de maravilla, si no fuera por los pequeños copos de nieve que caían suavemente derritiéndose en las hojas y las respectivas ramas, mismas que gracias a la nieve y el frío estaban demasiado resbalosas, en especial para resistir a un chico que saltaba velozmente entre ellas, demasiado concentrado en no ser alcanzado por la próxima ronda de disparos que en mirar donde pisaba.

Erick resbalándose de la rama cayó sin pena ni gloria, delatando su posición a raíz del ruido que hicieron las ramas al romperse, sin embargo, gracias a su muy bien adoctrinada agilidad, logró aterrizar de pie, sin un solo rasguño y con solo unas cuantas hojas pegadas en su cabello y en algunas partes de su abrigo. De inmediato los proyectiles hacia su dirección atravesaron el aire, los cuales, el chico alcanzó a esquivar divisando en medio del caos al atacante más cercano, sin pensar en nada, Erick se movió con rapidez y agilidad, logrando llegar hasta el hombre que le disparaba, como acto involuntario y bajo la asombrada mirada del tirador, el chico le arrebató el arma y golpeó un lugar en su cuello dejando al hombre inconsciente.

De inmediato buscó en la chaqueta negra del hombre, el resto de cartuchos de proyectiles y comenzó a recargar la ametralladora modelo Madsen, con precisión y rapidez perfecta, como si hacerlo fuese algo sencillo y normal, al menos para él lo era. De manera automática, su mente se perdió en otra época de su vida, en la que no era el joven noble Erick, su mente confundida lo transportó sin reparos a su yo de 9 años, quien siguiendo las órdenes de "su señor", se adentró en el bosque en medio de la noche a Cazar fugitivos, los disparos continuaron hacia su dirección esta vez con menos precisión, se notaba que los tiradores estaban nerviosos.

Los sirvientes del HuérfanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora