2. Entre el cielo y la tierra

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Ya nada quedaba de aquel cielo cubierto por blancas nubes, donde los pájaros volaban alegremente buscando refugiarse en sus nidos o llevaban alimento a sus desesperados polluelos. La fresca brisa y las cristalinas aguas habían desaparecido, siendo reemplazadas por desolación y suelos manchados por sangre inocente, vidas perdidas en aquella cruenta batalla.

Ese día era la última oportunidad para salvar a su amado mundo, la tierra de los Hylianos protegida bajo el manto de la Diosa Blanca, a quien se le encomendó el cuidado de todo ser viviente.

No se encontraba sola en su misión, sino en compañía de un valeroso héroe elegido, a quien rescató de la más grande de las injusticias, y que dejando de lado el rencor y el resentimiento, decidió luchar por su hogar, siendo fiel y devoto a su señora, por quien había cultivado puros y hermosos sentimientos.

- Hylia...

Aquel nombre salido de sus labios llenaba su corazón de inmenso regocijo, pero al mismo tiempo de tremenda culpa. ¿Quién era él para enamorarse de una sagrada deidad? Nada más que un ex convicto que fue culpado injustamente, pero aquella situación no dejaba de estar marcada en su frente, pues culpable o inocente, era su realidad. Todo causado por defender sus ideales inaceptables por la arcaica época en la que vivía.

- Link...

Y ahí estaba ella, hablando con la inmaterial voz que tanto lo estremecía, aquella sagrada mujer que creyó en él desde el inicio y quien lo eligió como su aliado de batalla; para más adelante nombrarlo su compañero de vida, sin importarle las diferencias jerárquicas entre ellos.

La Diosa Blanca se acercó hacia donde estaba el guerrero, quien desde hace horas estaba sentado en los muertos jardines de su templo, observando con dolor los cielos cubiertos por penumbras, dignas representantes de la oscuridad que los acechaba desde hace varios meses.

- Te he estado observando desde hace tiempo, pero no me acerqué porque sabía que querías estar solo. – expresó la deidad con tristeza.

- Debiste hacerlo, pues para ti siempre estaré disponible. – dijo, levantándose para tomar de las manos a su Diosa.

- Sobre lo que hablamos hoy...

- Ya te dije que no pienso aislarme de todo esto. Yo lucharé a tu lado y te protegeré. No insistas. – dijo el guerrero con firmeza.

- Pero...

- ¿Por qué me elegiste como tú héroe si no deseas que luche contigo?

- En primer lugar, lo hice por tu valor y la pureza de tu corazón, pero mi decisión de ahora se debe a que no creí que la situación iba a complicarse tanto. Ya he perdido demasiado y no quiero perderte a ti tampoco, y mucho menos ahora. – dijo con devoción, sin poder evitar que las lágrimas la invadan.

El guerrero limpió las lágrimas de su amada, quien escondió su rostro en su pecho para sentirse protegida. Era irónico que un ser como ella, inmortal e inquebrantable, se haya estremecido por haber caído en las garras del amor, sentimiento que estaba prohibido para ella por ser una Diosa, ser que solo debía velar por su gente, mas no enredarse con ellos. Solo se le había permitido hacerlo en esos momentos de desolación para luchar por su tierra, pero jamás se imaginó que se terminaría enamorando precisamente del que sería su elegido.

- Desconozco cuál será el desenlace de esta batalla, pero lo único a lo que temo y que me destroza el corazón, es que una vez que todo termine, tendré que alejarme de tu lado. – dijo Link, terriblemente entristecido.

- No... eso no... por favor. – expresó dolida.

- Hylia, yo no soy digno de estar a tu lado. Tú eres una diosa, un ser maravilloso e inalcanzable; en cambio, yo soy un simple mortal con un pasado que lo condena y con nada bueno que ofrecerte. – dijo avergonzado.

Por siempre almas unidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora