Reencuentro

281 9 3
                                    

La reina de la noche había iniciado su acto, mientras las estrellas la acompañaban en su belleza y gracia. Todos los habitantes de la ciudadela de Ordon se encontraban llegando a sus hogares a descansar, dejando las calles completamente vacías. Ni un alma se paseaba por los pasillos, a excepción de cierto joven.

El príncipe de Ordon se encontraba caminando solo en los vacíos pasillos de la ciudadela, observando cómo sus habitantes se adentraban a sus casas y cerraban sus negocios. Muchos de ellos lo saludaban, acostumbrados de ver que el joven de vez en cuando visitaba su zona. Link les devolvía el saludo con una sonrisa, mas esa expresión era solamente apariencia, pues por dentro se sentía triste, decepcionado e impotente.

En la mañana de ese mismo día, su padre le había dado una noticia totalmente inesperada. Su matrimonio. Con solo mencionar esa palabra, varios recuerdos llegaron a su mente. Solo contaba con cinco años cuando llegó con sus progenitores a aquella lejana tierra a la que llamaban Hyrule, la que le produjo cientos de sensaciones desconocidas, y al mismo tiempo acogedoras desde la primera vez que la pisó. Cuando la brisa meció su cabello apenas se bajó de la carroza estacionada en el palacio, sintió como si se sintiera en casa, en su verdadero hogar, y no estaba refiriéndose a Ordon, a pesar de ser un reino al que amaba con su alma entera. La sagrada tierra de las Diosas se había mantenido escondida en su inconsciente, sobre todo el motivo por el que había ido de visita.

En el transcurso del día recordó a la perfección a aquella bebé de tan solo un mes de nacida que le habían presentado como su prometida, noticia que no tomó con mucho agrado cuando sus padres se lo mencionaron, sobre todo porque no se imaginaba, o no comprendía, cómo iba a casarse con un ser tan diminuto que solo sabía llorar para comunicarse. Sin embargo, en esa época ocurrió algo que sus padres y sus futuros suegros desconocían.

*.*.*.*.*

Una noche, de alguno de los días en los que se había hospedado en el palacio, Link se encontraba regresando a los aposentos que le habían asignado con sus padres, nervioso de que estos lo regañen debido a que se había quedado jugando hasta más de la hora permitida. El pequeño siguió con sus acelerados pasos, pero un sonido lo detuvo de manera abrupta.

El llanto de la princesa se escuchaba por una de las habitaciones, mientras la doncella que la tenía en sus brazos se desesperaba por calmarla, sin mucho éxito. La pequeña tenía hambre, y su madre aún no llegaba.

- Tranquila, mi niña. Ya mismo llega mami, ten paciencia. – suplicó, mientras la mecía.

Al ver que sus palabras no la calmaban, la mujer salió en búsqueda de la reina, dejando a la niña acostada en su cuna. Fue en ese instante que Link aprovechó para entrar, curioso de volver a ver a la infante.

Cuando se asomó a la cuna, encontró a la princesa llorando con más fuerza, con las mejillas rojas debido a la intensidad de su llanto. A diferencia de la primera vez que la había visto, esta vez su estado le causó tristeza, le angustiaba verla tan desesperada y hambrienta.

- No llores, bebé, ya la señora fue a ver a la reina. – dijo el niño, secando las lágrimas de la pequeña con sus dedos.

Las palabras del príncipe no ayudaron mucho, pues la pequeña siguió llorando. Ante eso, Link se apenó más, motivo por el que tomó la mano derecha de la princesa para seguir en su objetivo de calmarla.

- Tranquila, no hay por qué llorar. Ya mismo llega tu...

El pequeño calló sus palabras al ver cómo un fugaz resplandor aparecía en su mano izquierda, mientras que en la derecha de la princesa sucedía lo mismo. Luego de pocos segundos, la bebé calmó su llanto y observó con curiosidad al causante de su abrupta tranquilidad.

Por siempre almas unidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora