Una nueva oportunidad

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El cielo se hallaba revestido con su peculiar manto azulado, mientras la brisa mecía con gracia y sutileza a cada uno de los árboles que se encontraban en aquel pueblo, o más bien poblado olvidado, a pesar de que hace meses había dejado de serlo.

Desde que el héroe elegido por las Diosas y su protegida acabaron con el Rey del Mal, la tribu de los Sheikahs pudo mostrarse a la luz con tranquilidad, dejando de lado las sombras en las que siempre se mantuvieron. Fueron reconocidos por su labor para con el reino, pues mientras los jóvenes elegidos se encargaban de acabar con la cabeza de todo el problema, ellos, junto con otras razas, que también se creían extintas, ayudaron al pueblo por medio de sus habilidades. Incluso Impa, con su prometido Azael, fue la encargada de salvar a los monarcas de su encierro en el palacio, motivo por el que la princesa estaba eternamente agradecida con ellos, sobre todo con la guerrera, con quien tenía un nexo muy especial.

Impa recordó todos esos hechos mientras se encontraba sentada en el borde de su cama, pensativa por todas las emociones que la estaban invadiendo. Unas ya las había vivido en sus pasadas vidas, mientras que otra, precisamente la más actual, era la que nunca se imaginó que pasaría, sobre todo porque tenía que ver con un sentimiento íntimo y personal que siempre se había negado.

- Diosas, ¿estaré siguiendo el camino correcto? Yo... siempre he estado sola.

No era la primera vez que repetía aquella frase, lo hizo cientos de veces en la actualidad, al igual que en el pasado.

Su primera vida había sido muy dolorosa y complicada, pues prácticamente le tocó vivirla con doble peso sobre sus hombros.

Luchó arduamente junto a la Diosa Blanca, quien poco después de haber sellado al Heraldo de la Muerte en las profundidades de su templo, fue apagando su esencia, no solo por las múltiples heridas que había recibido, sino por el inmenso dolor de haber perdido a su amado, el que no hace mucho había fallecido entre sus brazos. Luego de aquellos hechos tuvo que resguardar el sello del enemigo hasta que el alma de Hylia y su héroe elegido volvieran a reencontrarse, y esta vez pudieran acabar con aquel corrompido ser de una vez por todas. Ante aquella misión, decidida y sin mirar atrás, se despidió de su preciada tribu, en especial de alguien con quien alguna vez se imaginó compartiendo su vida, mas con el cambio de sus prioridades, aquello no iba a ser posible, por más que le afectara la tristeza con el que este le pidió que no se vaya.

Pasaron milenios de aquella época, y con ello el paso de los años llegó sin clemencia, hasta que su vitalidad, tanto física como interna, se vieron afectadas, dejando como único rastro lúcido sus valiosas memorias. Fue en ese tiempo que conoció a la encarnación de su Diosa, a quien guio en su misión bajo el anonimato, sin decirle quién era en realidad, pues temía que eso entorpeciera sus planes. Hizo lo mismo con el héroe elegido. Aunque, de todas maneras, sabía que en el camino iban a encontrarse con una parte muy importante de ella.

Cuando todo terminó y vio cumplida su misión, pudo descansar en paz.

A pesar de que esa situación había ocurrido cientos de milenios atrás, Impa lo tenía muy presente, y supo que, aunque fueron momentos enriquecedores, también desencadenaron una profunda tristeza y soledad para ella, la que estaba segura siempre la acompañaría, incluso en sus futuras vidas.

La segunda vez que tuvo la oportunidad de renacer, lo hizo con un cuerpo distinto, mas como siempre era ella. Efectivamente, se le encomendó la misma misión pasada, solo que en ese entonces tuvo la dicha de convivir con su protegida desde su nacimiento, verla crecer, convertirse en su primera amiga, y con la muerte de la reina, en lo más cercano a una imagen maternal, creando así un irrompible lazo.

Luego de haberse manifestado como sabia, tuvo que separarse de su pupila, momentos en los que no se imaginó lo que ella iba a sufrir, y todo por haberse enamorado de un joven cuyo único pecado fue no haber nacido con noble casta, pero aquello lo superaba con creces con la nobleza de su corazón, mucho más si era el héroe que los había salvado del dominio de su peor enemigo, pero que lamentablemente tuvo que vivir en el silencio y el anonimato, llevándoselos hasta la muerte. En aquella época, sus consuelos no sirvieron para aliviar a su casi hija adoptiva, quien al final terminó pereciendo por no soportar el dolor de la pérdida de su amado, desquiciándose hasta caer en un pozo sin fondo.

Por siempre almas unidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora