Protección

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La reina nocturna se hallaba en el cielo haciendo acto de presencia, como siempre, acompañada de la fidelidad de las estrellas. En esa ocasión, la noche se encontraba fría por todo el reino, impidiendo que muchas personas salgan a realizar alguna actividad. En el Poblado Olvidado las cosas no eran distintas, a excepción de cierta dama.

Zelda se encontraba caminando por los solitarios rincones del olvidado pueblo, camuflada bajo la imagen de su alter ego, Sheik, como la conocían todos los habitantes, a excepción de Impa y Azael. La joven no podía conciliar el sueño, por más que tomó aquellas infusiones que su mentora siempre le recomendaba para esos complicados momentos, pero desde hace tiempo parecían no hacer efecto; sus preocupaciones y penas se habían hecho resistentes a las mismas.

La princesa estaba siendo dominada por un mar de distintas sensaciones. Tristeza, impotencia y culpa eran las causantes de su terrible tormento, pues para proteger y apoyar a su esposo tenía que mantenerse bajo el anonimato, fingiendo indiferencia ante su dolor por no saber nada de ella. No podía sentirse más que una miserable por someterlo a tal calvario, mas esa era la única manera en la que podía protegerlo y apoyarlo en su deber.

Sheik se sentó en un asiento algo envejecido, y sin poder evitarlo dejó que de sus ojos cayeran unas cuantas lágrimas. Ante los demás, incluso de su mentora, siempre se mostraba fuerte e inquebrantable, mucho más si se encontraba con su identidad alterna, sin embargo, ahora que se sentía tan desolada, permitió que todo fluya.

- Y esto apenas está comenzando...

Por más que su esfuerzo en apoyar al hombre que amaba hubiera sobrepasado el límite de sus posibilidades, aún deseaba hacer más por él; reconfortarlo, aliviarle su pena, que aunque sabía que eso solo era posible si ella se aparecía ante él, por el momento era impensable debido a las terribles circunstancias. Deseaba que se le ocurra algo que le permitiera protegerlo.

- Perdóname por tanto dolor, mi amor.

Se quedó centrada en sus penas por un largo tiempo, pensando que estas nunca dejarían de despedazarla. Sin embargo, luego de unos segundos su mirada pareció iluminarse, pues a su mente llegó una manera en la que podría proteger a su amado y estar cerca de él.

Todo fue posible gracias a un recuerdo de su pasada vida.

Decidida a cumplir con sus deseos, Sheik se alejó del Poblado Olvidado y se teletransportó a la zona más fresca de Hyrule, el lago Hylia y sus grandes terrenos. Gracias a sus habilidades pudo llegar hasta las llanuras más altas del sitio, donde ni los mismos Zoras habían podido llegar.

Sheik saltó por todos los peldaños con una agilidad única e incomparable, buscando ansiosamente el elemento principal para su deseado plan, hasta que para su suerte apareció. Un árbol de grandes dimensiones se encontraba frente a ella, cuyas ramas estaban adornadas por cierto elemento desconocido, parecido al algodón, solo qué teñido de una tonalidad azul clara. La guerrera de las sombras se aproximó hasta donde estaba aquello, y al tocarlo se deleitó con textura y suavidad.

- Gracias a las Diosas pude encontrarlo...

Feliz de haber visto que su esfuerzo había traído frutos, la joven tomó la suficiente cantidad de la rara tela y la guardó en una alforja, para luego descender hasta la Fuente de Lanayru.

Al entrar al lugar, bajó por las rocas hasta llegar a la orilla del agua, momento en que sacó las piezas y las empapó en el agua, causando que estas brillen intensamente al entrar en contacto con ella, pero no tanto como la sonrisa que se le iluminó en el rostro.

- Gracias, mi querido Lanayru... tu ayuda es mi bendición.

Con esas palabras, la joven demostró que su protector terrenal fue el causante de aquel extraño fenómeno, quien conocía las intenciones de ella para con las telas.

De regreso en el Poblado Olvidado, la princesa le dio forma a su hermosa creación, la que no era otra que el Manto Sagrado que brindaría a su amado compañía, cura y protección.

Por siempre almas unidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora