Capítulo 1: Scorpius Malfoy

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– Cariño, ¿qué haces?

– ¡No! ¡No puedes ver!

El chico se detuvo abruptamente cuando su novio se giró para que no pudiera ver lo que estaba haciendo.

– Traje las bayas que me pediste. Al menos espero que sean estas...

Miró con desconfianza el rojo intenso de los frutos en sus manos.

– ¿Sucede algo?

– Nada, solo no puedes ver hasta que haya terminado.

– ¿Y cuándo terminarás?

– De hecho ya terminé... – Dijo levantándose del sitio donde había estado agachado anteriormente – ...pero ya me arrepentí, así que no lo vas a ver.

– Oye, eso no es justo. No se vale arrepentirse

– Sí que se vale

Su chico se acercó con una sonrisa en el rostro, revisó las bayas y les dio un visto bueno antes de abrazarlo largo y tendido, como si no quisiera dejarlo ir jamás. 

– ¿Vamos?

Se sentó y organizó la comida.

– Oye, ¿enserio no me vas a decir?

Las hebras negras como el carbón de aquel chico hondularon en el viento cuando negó con la cabeza.

– ¿Por qué no?

– Porque caí en cuenta de que solo podría mostrarselo a mi pareja; lo siento, Scorpius...

– ¿De qué hablas? Tú eres mi novio.

– ¿Lo soy?

– Por supuesto.

– ¿Entonces por qué nos vemos en el bosque? Donde nadie pueda vernos.

Ahí estaba de nuevo; el tema que últimamente acechaba sus reuniones. 

– Sabes por qué.

– Bien. Eres el príncipe del reino del norte y yo un simple sureño, ¿y qué? ¿Te avergüenzo?

– Por supuesto que no, cariño. Es solo que mi padre nunca lo aceptaría.

– ¿Tengo que recordarte que tienes diecisiete años, Hyperion?

– No me llames por mi segundo nombre, sabes que me molesta.

– Precisamente por eso lo hago. - Dijo levantándose indignado – Me tengo que ir. Tengo que trabajar, como el corriente chico que soy. Nos vemos, Hyperion.

Scorpius se levantó y lo agarró del brazo para girarlo. Antes de que se diera cuenta, había sido atrapado en un beso del que no se pudo librar. Al inicio luchó contra él, pero luego se dejó llevar por el sabor de sus labios. El beso era perfecto, el momento era perfecto. Cuando se separaron ambos se estaban sonriendo; era difícil estar enojados por mucho tiempo. 

– Lo siento. Quisiera poder decirle a todos que eres mío, pero... soy un cobarde. Jamás podría enfrentarme a mi padre.

Su chico suspiró, denotando cansancio.

– Está bien. Te amo, eso es lo único que importa.

– Yo también te amo, Jamie.

Scorpius lo volvió a besar y lo invitó a sentarse de nuevo. Su novio se recostó sobre un árbol y le dejó un espacio entre sus piernas para que Scorpius se sentara. Él lo hizo y se recostó en su pecho.

𝕸𝖎 𝖕𝖗𝖎́𝖓𝖈𝖎𝖕𝖊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora