Me dejé caer sobre la cama largando un fuerte suspiro, mordí mi labio con duda, ¿que debía hacer?
Quería llevar a cabo lo que me había hecho conocer al de trenzas que tanto captaba mi atención, quería hacerlo, pero algo me detenía.
Me había encariñado muy rápido con Roma, y también cierto chico de trenzas, lograba que ponga toda mi atención en cada una de sus facciones cuando pasaba cerca de mí. Pero no quería autoengañarme, a pesar de todo eso, los pensamientos suicidas y las ganas de saltar y terminar con todo seguían ahí, vivas como siempre.
Escuché como tocaban la puerta pero lo ignoré.
Me habían trasladado al tercer piso, donde se encontraba gente con pensamientos suicidas más avanzados por así decirlo. Porque después de todo, en el internado no había solo gente con pensamientos suicidas, también algunos tenían trastornos alimenticios, traumas, o hasta había gente que estaba ahí sin una razón en concreto, sin ningún 'problema'.
Escuché el ruido de un papel deslizarse por el piso y dirigí mi vista a la puerta donde descansaba un papel blanco con algo escrito en violeta.
"Abrime, León"
Leí y con una mueca de extrañeza abrí, Roma no podía estar ahí, nos habían prohibido vernos.
Mi cara cambió por completo al ver al de trenzas parado frente a mí.
–Tenés hambre? -Preguntó levantando y abriendo una mochila negra en sus manos, mostrándome varios paquetes de cosas saladas.
–Qué hacés acá? -Dije sin evitar que mi sonrisa se escapara.
Entró en mi habitación y se tiró en la cama.
–Este es mi piso, nada más que al mis viejos tener plata, me dejan ir por ahí cuando yo quiera, ahora, que hacés vos acá? -Remarcó el 'vos'.
–Me pasaron a este piso porque ataqué al psicólogo, porque dijo algo re desubicado de una amiga -Dije sin querer recordar esa situación.
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