Dylan Stone.
Soy un idiota, y no uno como el de Estúpidolandia, sino al contrario, uno bien idiota que hace cosas sin pensar.
Y ese fue el problema, que no pensé solo actúe. Me deje llevar por el momento, su voz contando la infantil historia, nuestras miradas no se apartaban y el aire se volvía cada vez más envolvente. Era ideal, una situación cósmica, pero nada es perfecto. Y en ese cortó instante me empeñe en buscarle una falla al momento.
Y la encontré.
Tengo gripe, por dios mi aliento huele a muerto.
Eso fue suficiente, no necesite más para apartarme y salir corriendo ( no huyendo) de la habitación. Me niego a permitir que la primera vez pase de esa forma... ¡Qué digo! Eso ni siquiera debería de pasar.
«gruñon»
Basta, basta. Alto.
«Por eso cuentan que el amor es ciego, y la locura siempre lo acompaña»
Esa frase ronda mi cabeza imaginando a una pequeña Marinette espontánea y traviesa, la locura en persona definitivamente. Ella es brillo, una marea que arrasa, explosión. Te envuelve, logra hacerte hacer cosas que ni en tus sueños pensaste. En un momento te habla de un filosofía de vida y en el otro ríe por una caricatura. Son contradicciones que convierten los días en una locura. Porque si, no pasa ni un día sin saber de ella; un mensaje con un chiste malo, comentarios ingeniosos o contándome algo que le sucedió. Y eso sin contar la competencia de saberes que inició.
Gracias a Marinette mi vida es un caos.
Y lo odio, lo odió por no saber que hacer. Siempre tengo todo controlado, un equilibrio en mi economía, familia y emociones. No obstante, justo hace unos segundos mientras ambos estábamos acostados mirándonos profundamente, sentí que perdía el control... y se lo daba a ella.
Sacudo mi cabeza para borrar tantas estupideces, me recuesto en la encimera de la cocina sintiendo que las energías me fallan. La fiebre a disminuido, pero igualmente estoy algo débil.
Unos pasos lentos, arrastrados, resuenan por el pasillo advirtiendo la presencia de Marinette. Está no tarda en mostrarse, mas no parece ella. Hombros caídos, mirada en el suelo y su cabello cubriendole el rostro. No veo sus ojos, no se lo que siente y eso me desespera.
¿Qué le pasa? ¿Está molesta por qué me acerque de más? Dios, debo controlarme.
Eso, esa es la solución, controlar todo esto y guardar esas sensaciones de Estúpidolandia.
— Ummm creo que ya me siento mejor__ comento casual observando las baldosas del lavaplatos. Tengo que limpiarlas.
—¿ Me estás corriendo?__ el tono incrédulo y sus palabras me sacan de balance.
¿ Cuándo dije eso? Las mujeres son muy complicadas para mi simple vida.
— Yo...
— No importa, Dylan. Ya me iba__ refuta alzando su rostro. Distingo sus ojos, pero no brillan, en vez, relampaguean rabiosos hacia mi, las mejillas sonrojadas y está apretando los labios.
¿Que hice?
No me da tiempo de responder, Marinette solo a un paso fuerte da media vuelta hacia la puerta.
Se va.
¡ Pero no puede irse!
—¡ Oye! ¿ A dónde vas, maleducada?__ vocifero con la intensión de llamar su atención. Y lo logro, ella gira con el ceño fruncido y sus brazos cruzados... tiernamente.
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Bajo La Sombrilla Azul.
HumorÉl es un gruñón solitario. Ella una alegre cariñosa. Ya se, la típica historia de la chica que le enseña a vivir alegremente a un chico deprimido. Eh..., no. Dylan no estaba deprimido y tampoco quería enseñanzas de vida. Y aún así, se empecina en a...