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Dylan Adonis Stone
No soy fanático de las compras, al contrario, me identificó como la clásica persona que sale cuando ya tiene en mente que requiere. Así todo es más rápido y no le jode la vida a las pobres personas que deben aguantarse un inadaptado que no sabe ni donde está parado. Lo admito, juzgo mucho a esas personas, pero como dicen por ahí, el que escupe al cielo le cae en la cara. Porque aquí estoy yo esta mañana en un centro comercial siendo uno de esos individuos que no sabe que quiere. Pero en mi defensa, los monos me sacan de quicio.
– ¡Tengo hambre! __ Daniel prácticamente me lo grita en el oido.
– ¡Yo también! __ su molesto hermano le devuelve la queja desde la otra punta del local. Osea, medio negocio voltea a vernos raro. Y aún así ellos no se detienen.
–¡Quiero helado!
– ¡Mejor de chocolate!
–¡Con fresa!
Fresas...
Ya me enoje.
– Él que vuelva a abrir la boca comerá tierra por una semana.
Silencio.
–¡Oye, yo ya no vivo contigo!
Por fin Andrés recuerda ese punto. Realmente, desde que se mudo aún e usado la amenaza de la comida esperando cuanto tardará en darse cuenta que Rosmery le cocina a él. Veredicto: un mes después.
– Me vale mierda si vives o no vives conmigo, te callas la maldita boca y me dejas pensar __ no alzó la voz, en cambio, musito conectando sus ojos con los míos y eso es suficiente para que los dos gemelos se callen. Más tranquilo giro hacia la asiática que aguanta la risa __ primera y última vez que te pido ayuda en algo.
–¡Oye, pero si él que no sabe que elegir eres tu!
– No elijo porque te invite a ti, tu te trajiste a tu mitad romántica y ese idiota a su parte gemela. Y ahora debo aguantar a los tres diciendo estupideces.
Definitivamente debo calmarme.
– Ok, ok, es mi culpa __ al menos lo reconoce __ tú elige el regalo. Yo les daré un helado a los latinos __ asiento deacuerdo esperando a que se vayan. Pero se me queda mirando con una ceja alzada __ dame dinero para el helado, invierno.
El colmo.
Maldiciendo en tres idiomas diferentes, saco mi billetera y los mando a volar por su estúpido helado.
Cuento hasta diez mentalmente antes de mirar hacia la chica que me muestra las joyas en una caja de cristal.
– Disculpe, ¿qué me decía?__ pido que retome su explicación sobre cada pieza.
Esta misma se vuelve larga y tediosa, pero yo también soy quisquilloso y termino pidiéndole cada detalle. Una hora después, la chica debe estar harta de mi por no decidirme.
– Sí me dice una idea de lo que quiere, tal vez le encuentre algo __ puedo notar la ira reprimida en sus ojos. Apuesto a que esta pensando en cómo correrme de la joyería.
– Necesito una joya para una chica que no usa joyas __ me mira como si estuviera loco __ por eso la pieza tiene que ser tan especial que ella quiera usarla.
– Umm... ¿collar? ¿anillo?
– Collar, los anillos los pierde a cada rato.
– ¿Negro? ¿Blanco?
– Ninguno, que sea algo con colores.
– ¿Una figura en especial?.
– Nada de corazones ni esas babosadas. No quiero que cuando lo vea piense en amor, quiero que piense en mi. ¿se entiende? Porque sinceramente ni yo me entiendo. __ una risa seca y algo maniática se me escapa mientras revuelvo mi cabello.
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Bajo La Sombrilla Azul.
HumorÉl es un gruñón solitario. Ella una alegre cariñosa. Ya se, la típica historia de la chica que le enseña a vivir alegremente a un chico deprimido. Eh..., no. Dylan no estaba deprimido y tampoco quería enseñanzas de vida. Y aún así, se empecina en a...