Capítulo 29 La realidad

131 39 25
                                    

Elaheh escuchó el murmullo afuera, los empelados hablaban, corrían. Temió por un instante que Alfred se hubiese escapado de su celda en los calabozos de Jaldra. Había sido juzgado hacía ya más de un mes, pronto se llevaría a cabo la pena capital. Por lo que tenía entendido sería por ahorcamiento con soga corta para que muriera asfixiado. Su temor desapareció cuando lo escuchó fuerte y claro, tanto como él.

— Es mi esposa y la veré en este instante y no me interesa que su príncipe real no esté en palacio para permitírmelo.

Elaheh salió corriendo de su habitación dejando a Mansur con Asha y Pari, quienes con más cuidado caminaron detrás de ella para observar qué pasaba. Elaheh se detuvo en mitad del pasillo, Malik estaba diez metros más allá siendo detenido por guardias que probablemente no lo reconocían. Estaba igualito, aunque usaba un bastón para apoyarse.

Su herida de la pierna, recordó Elaheh.

— Déjenle pasar, es el rey de Lithuam. Yo me haré responsable— más allá de Malik, Rashid ordenaba firmemente a los guardias, quienes de inmediato se movieron.

Entonces Malik levantó la mirada y la vio, allí parada frente a él con un vestido un tanto extraño de esos que a él le encantaban y no veía desde que Farishta era muy pequeña, destinados a facilitar el amamantamiento del bebé. Caminó más rápido, todavía cojeaba un poco y necesitaba apoyo del bastón, no importaba. En esos momentos su mundo se reducía a la angelical persona delante de él.

Elaheh corrió hacia él facilitándole el recorrido, no se lanzó a sus brazos con fuerza, sabía que podía hacerle daño así que frenó un poco antes de llegar a él. Ambos se abrazaron fuertemente. Todo lo que estuviera fuera de ese abrazo era inexistente para ellos, no se besaron, no era cuestión de lujuria sino necesidad.

Asha y Pari miraban la escena consternadas, por más que supieran la verdad jamás imaginaron a Elaheh con nadie que no fuese Vahid. Rashid por su parte sentía una gran empatía con la pareja.

— MAMÁÁÁÁÁÁÁÁ— el grito vino de lejos, pero era tan fuerte que Elaheh creyó que todo el palacio lo había escuchado. Malik se separó de ella porque sabía la tormenta que venía arrasando con todo a su paso.

Farishta corría con fuerza lo más que podía. Pasó por al lado de los guardias dando un traspiés que la hizo caerse hacia delante, pero evitó el golpe apoyándose en sus manos y volviendo a ponerse de pie con agilidad continuó su carrera hacia los brazos de Elaheh. La reina se arrodilló en el suelo para poder recibirla con toda la fuerza que conllevaba esa fierecilla salvaje.

La pequeña se lanzó contra Elaheh haciendo que se fuera hacia atrás momentáneamente, pero rápidamente se recompuso. Ambas se apretaron como si pudiesen exprimirse. El llanto inicialmente lejano de Mansur la hizo reaccionar, pero cuando miró en su dirección Malik estaba quitando al pequeño de los brazos de Asha con delicadeza.

— Cuidado— advirtió Pari.

Elaheh podía ver como la situación la superaba. Se sintió un poco mal al notar como nadie más allá de Rashid y Kira había asimilado que ella vivía una vida diferente al lado de otro hombre. Luego el enfado sustituyó al dolor, no le gustó la forma en que Pari le habló a Malik.

— Son delicados cuando pequeños— sonaba casi despectivo, aunque mantenía la mirada baja puesto que no olvidaba que era un rey.

— Lo sé— Malik no le prestó atención a Pari.

Estaba ensimismado en la hermosa imagen de su hijo de tres meses regordete y adorable, que lo miraba con enormes ojos castaños que contrastaban con su melena rubia. Parecía un pequeño león.

Encadenada al DesiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora