Trece días habían pasado. Vahid y Elaheh no habían vuelto a hablar del tema de su pasado cuando se habían encontrado en dos ocasiones a solas en la biblioteca. Elaheh creía que esos encuentros eran por casualidad, la verdad era que habían sido planeados por Vahid, pero jamás se lo admitiría a ella.
—Elaheh, he escuchado que te está yendo muy bien en el palacio interior— mientras su espalda era tallada y sus manos limpiadas con detenimiento, Pari hablaba con ella para que no se sintiera incomoda con la situación. Las otras 30 concubinas con sus sirvientas también estaban en el baño arreglándose.
—Pues me va bien, supongo que me he adaptado bastante. Creí que se me daría peor honestamente— hablar era incómodo con tantas personas prestándole atención. A esas alturas todas ya habrían reparado en sus cicatrices de no ser porque Pari había hecho que Elaheh estuviera en una esquina de la bañera y de cara a las concubinas.
—No les tengas miedo, yo te ayudaré en lo que pueda. No quieres que las vean ¿cierto?— Elaheh la escuchaba claramente, pero solo las otras dos sirvientas podían hacerlo también, la demás estaban demasiado lejos— entonces confía en nosotras. Nos encargaremos de todo, tu solo plántales cara.— Elaheh vio como las dos jóvenes que la bañaban sonreían en complicidad mientras la miraban.
—¿Cómo se llaman?— les preguntó.
—Yo soy Asha señorita y ella es Kira— respondió la que le tallaba la espalda. Las chicas se parecían, lo más probable es que fueran familia.
—¿Qué edades tienen?— quería saber todo lo que pudiera. Eran las únicas mujeres del palacio que le hablaban de forma normal y no la miraban como si pudieran prenderla en fuego.
—Yo tengo 18 y mi hermana tiene 16. El príncipe nos dio trabajo hace cuatro años cuando nuestra familia murió en una aldea a las fronteras del oeste. Además también nos permitió estudiar con las institutrices del palacio. Podíamos habernos ido, pero la verdad es que estamos muy agradecidas y nos sentimos bien con servirle.— contestó Asha.
—Sí…—dijo pensativa Elaheh— es alguien con quien uno se puede sentir cómodo.
Elaheh no lo notó debido a que su mente en ese momento divagaba, pero tanto las hermanas como Pari se miraron en complicidad, como si hubiesen notado algo que ella misma no veía.
Durante el resto del proceso las muchachas y Pari hicieron todo lo que debían mientras hablaban con Elaheh y la cubrían de las miradas malintencionadas de las demás concubinas. Al final de la mañana Elaheh había hecho tres buenas amigas.
—¿Qué es eso?— dijo Elaheh cuando vio el sari de color violeta y amarillo con las joyas con piedras macrocristalinas del mismo color.
—Es una petición especial— le susurro Kira en el oído.
—El cuarto príncipe viene hoy a palacio. Llegará para el almuerzo y el príncipe nos ha pedido que las arreglemos a todas de forma hermosa— explicó Asha.
—Sin embargo— intervino Pari acercándose a su oído y susurrando bien bajito— esta fue una petición que nos hizo a nosotras para usted.
Elaheh no podía decir nada más sin levantar las sospechas de las demás concubinas y lo que menos quería era más atención por parte de ellas. Se dejó vestir si protestar ni alegar nada. Las joyas sí se las dejó poner, pero no tan en silencio.
—Dime Pari, por favor, que estas piedras son falsas
—Nos advirtieron de que podía preguntar eso y aunque nos fue pedido el decir que sí para que usted no se molestara— inicio Pari.
—El príncipe Irad trabaja las minas, la tierra y comercia con piedras preciosas del este y oeste con otros países. Hace su propia fortuna y le aporta ingresos al país. Sería imposible hacer pasar una joya falsa por verdadera con él, por eso el príncipe dijo que te pedía de favor no protestar y escucharlo.— habló Asha.
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Encadenada al Desierto
Fiction HistoriqueEn el Oriente del mundo las mujeres son el objeto de lujo de los hombres ricos, por eso mientras más riqueza más grande era el harem que poseían. Elaheh llega a Jaldra huyendo de su antiguo amo, de quien había sido esclava durante toda su vida. Odi...