Capítulo 16 Un regalo de oro

117 42 7
                                    

El día pasaba fugaz, por lo que Pari le había contado el cuarto príncipe Irad había llegado poco después de la cena y en la madrugada habían llegado muchos otros invitados al baile de esa noche. Aunque desde afuera se escuchaba el ajetreo de un lado a otro de sirvientes, Elaheh se sentía incómoda sola en la habitación.

Leer no la entretenía y odiaba estar encerrada en cuatro paredes, por más magníficas que fueran. Por eso tomó el primer sari que encontró, que resultó ser uno lila que la hacía parecer muy inocente. Dejando su cabello suelto en una melena desenfrenada y utilizando solamente el maquillaje y joyas indispensables debido al lugar donde estaban, Elaheh dejó la habitación.

Recorrió los pasillos evitando estar en el medio del trabajo de nadie, sin embargo todos los sirvientes y empleados parecían ignorar su presencia. Sin rumbo fijo deambulaba perdida en sus pensamientos cuando chocó contra alguien.

-Cuidado diosita- la voz perteneciente a quien la sujetaba firme evitando su caída, le era cándida y familiar, todo lo contrario a las manos frías que rodeaban su cuerpo.

Miró hacia arriba, la noche anterior había notado que era alto, pero no tanto como realmente era. Debía de medir al menos diez centímetros más que Vahid.

-Rey Malik- dijo exaltada y recuperando el equilibrio mientras se apartaba de él-perdóneme. No pretendía ofenderle.

-Jamás sería una ofensa que una joven tan bella me golpeara- dijo el rey- pero puedes relajarte, no pesas lo suficiente como para lastimarme diosita- a Elaheh no le gustaba el apodo que le ponía con tanta confianza, sin embargo no se sentía incómoda en lo absoluto.

-Me alegra saberlo. Con permiso- se disculpó buscando forma de salir de allí.

-Diosita- la llamó el rey. Elaheh se volteó midiendo su comportamiento- ¿no sabrás de casualidad dónde podré encontrar al príncipe Vahid?- a Elaheh le extrañó de sobremanera aquella pregunta.

-No, lo lamento pero no le he visto- dijo evitando dar detalles, algo le hacía pensar que la pregunta había sido muy directa para quien no la conocía.

-Bueno, cuando le veas en la tarde dile de favor que necesito hablar con él antes del baile- no eran ideas suyas, ese hombre sabía quién era o más bien de quién era.

-Lo sabe- creyó que era un pensamiento, no supo que lo había dicho en voz alta hasta que vio como la expresión del rey Malik se tornaba juguetona. Entonces ella enrojeció de golpe y el rey no pudo evitar reírse.

-De verdad que...- dijo para él- Sí, lo sé- aceptó mientras se echaba hacía atrás su rubio cabello, su expresión no variaba- Era muy difícil no veros anoche considerando el color que ambos usaban- Elaheh recordó ese detalle, parecía haberlo olvidado- tierra llamando a diosita- dijo bromeando.

-Mi nombre no es diosita y perdóneme por mi indiscreción de hace un momento, estaba destinado a ser solo un pensamiento- se excusó Elaheh.

-Una lástima, lo que una persona piensa es muy importante, mucho más cuando eso es lo que trae el progreso en las sociedades- en ese momento Elaheh notó lo serio que era el rey al respecto- ¿Cómo te llamas?- normalmente no hubiese respondido a eso, pero había algo en el rey Malik que la relajaba, la hacía sentir cómoda, casi tanto como Vahid.

-El...aheh- dijo cortando en medio la respuesta. Le había dicho que no se llamaba diosita, pero su nombre era eso mismo: diosa.

-Oh, vaya- dijo el rey Malik aún más divertido que antes, mirándola fijamente- creo que no estaba equivocado- comenzó a reír nuevamente- nos veremos...Diosita- finalizó mientras le daba la espalda y se iba, todavía riendo.

Encadenada al DesiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora