26. Adaptación

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Narra Lisa.

Estaba entusiasmada.

Era un nuevo día, hoy día no pensaría en la catástrofe de la clase.

Hoy era el día uno para mí. El nuevo giro en mi vida. El nuevo día de adaptación.

Lo lograré, mi familia estará orgullosa de mí cuando regrese.

Leila me está esperando.

Eran las cinco de la mañana, el frío de la madrugada era delicioso, quería arrullarme entre las sabanas y dormir por 16 horas.

Pero no iba a permitir eso, si quería este cambio, no solo debía adaptarme, sino crearme.

Salí de la cama y me dirigí al baño a tomar una ducha. En ningún momento le presté atención a mis manos, aún no era fuerte para ver fijamente lo que podía arruinarme.

Aún no lo era, pero lo seré.

Una hora y media después estaba lista, me vestí con unos pantalones cortos y blusa de tira, el desayuno lo comería en el camino, quería un tiempo sola en el bosque.

Sentía que debía pensar mucho, sin embargo, no había pensamientos intrusos u obsesivos. Lo que quería era aire fresco.

Caminé por las ramas secas, mi corazón latió asustado al ver la figura femenina de Claudia acercándose.

— Hola, linda — me dio una amable y alegre sonrisa. ¿Sonriente de madrugada? Por los Dioses. Ella era muy hermosa. Me hacía sentir cómodo y estable, como cuando estaba con mi madre.

Eso me recuerda que debo escribir la carta.

— Hola, Claudia — le devolví la sonrisa, exagerada creo yo. Ella agarró mis manos, le dio un suave apretón. Su toque me hizo dejar de lado la tensión en mi cuerpo.

Los nervios de hablar con gente nueva todavía no se iban.

Claudia vestía su largo vestido blanco y aquel corsé negro que le hacía una cintura pequeña. ¿Saben? Por un diminuto momento me vi en él. Vestir como todas en el lugar.

Se veían... ¿místicas? ¿Ambiguas? Más que preciosas.

— Por lo que pude ver es que  eres muy madrugadora — no refuté por vergüenza, ¿madrugar? Pff  — Yo suelo despertar a las cuatro de la mañana a supervisar y organizar las clases, me ha sobrado tiempo y he decidido hablar contigo — observé por primera vez la canasta y su bolso en su brazo derecho.

Oh.

— ¿Hablar? — quería aprovechar las últimas horas de frío en el bosque escribiendo antes de que comenzara hacer calor.

— ¡Si! He preparado el desayuno para las dos, quería tocar ciertos temas que solo tú me puedes ayudar — ya sabía a qué se refería, sería incómodo, sí. Pero tenía que afrontarlo, para eso estaba allí.

— ¡Oh! Bueno... ¿es ahora? — No eches para atrás, di que sí, solo es hablar.

— ¿Estás ocupada, cielo? Podemos dejarlo para otro día — negué de inmediato, cortando sus palabras.

— ¡No! Estoy bien. Siempre estoy disponible. Por supuesto — reí sin saber por qué dije eso, mis mejillas estaban entumecidas de tanto sonreír— Podemos ir ahora.

Empezaron a caminar hacia el Este, en busca del riachuelo en donde los pájaros tomaban agua y adornaban el aire con sus cantos.

— Mira Mi hija Victoria te manda este protector solar — Claudia sacó una botella con un aceite en tonalidades lilas. Seguro era el aceite de semillas de frutillas.

OSCURO [BORRADOR/sin editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora