CUESTIÓN DE HONOR de Mariel Norembuena Ugarte

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Cuestión de honor

Cuando se acercó y me dijo sutilmente: "Quiero que te corten la cabeza", quedé de dos piezas. Es que esperaba que lo gritara, como en el libro o en las películas. Pero no, ella muy calmada, con su cabezota rozando la mía y una mirada penetrante. Porque si hay algo que sé de la Reina de Corazones, es que se sabe reina, no se anda con rodeos. Así que me quedé ahí, helada, no de miedo ni de frío, sino de decepción. Había ido a parar a Las Maravillas por casualidad, en uno de esos días de total aburrimiento que suelen visitarme, esos en que te levantas, tomas el café, lees algo de noticias, bañas, subte, oficina, reportes, reunión, jefe de mal humor, almuerzo, más papeleo, subte, casa, aseo, copa de vino, dormir. Conste que no me estoy quejando, llevo siete años con trabajo seguro, me compré un departamento pequeño, pero lindo. Y mi marido es un sol, un poco cascarrabias, pero atento, preocupado por mí. De niña, quería ser actriz, de esas que salían en las revistas, inmaculadas, aunque sensuales, una muy peculiar combinación. Acabé de contadora en un periódico local. Llevo una vida tranquila, bueno, llevaba, porque ahora esta señora me quiere decapitar.

¿Y el gato? No sé ustedes, pero yo no me fío. Se supone que es del otro bando, aunque creo que de ninguno, porque lo he visto riendo y haciendo desprecios. Cuando ella me dijo eso, el dibujó una enorme sonrisa, giró su cabezota (curioso, porque también es grande) y desapareció. No me llamo Alicia, no tengo que pelear contra el Galimatazo, Jabberwocky o Bandersnatch, como quieran llamarlo. A mí esta cosa de mezclar las historias no me gusta nada, porque al final no sé si pasará lo del espejo, la hora del té, el reloj o quién sabe qué. Las consideraba todas distorsiones de los cuentos originales; sin embargo, al llegar aquí, supe que es el País el que juega con ello y yo, un simple títere más. Y como no hay ninguna línea a seguir, guión o letra, no sé cómo zafarme de esta, ni qué ropa ponerme para tal acontecimiento. Porque digo, si voy a morir, supongo que será algo especial, con honores, las cartas en fila y todo eso. Lo que sí tengo clarísimo es que no saldré en ninguna versión cinematográfica, ya te lo dije, de Alicia nada. Pensé en pedirle un ejemplar al Sombrerero pero, cuando me lo topé caminando raudo hacia algún lugar, se frenó, entornó los ojos y me dijo: "Tú estás en el cuento equivocado" y partió. El Gato Cheshire, por su parte, que nos miraba desde arriba, añadió: "O el cuento está en tu yo equivocado", girando, girando, girando hasta desaparecer. ¡Nadie me toma en serio en este lugar!

Ahora estoy enfurecida, frustrada, no soporto más esta humillación. Voy a ver a la Reina, a exigirle que cumpla con su palabra, para que acabe de una vez por todas con todo esto. Ellos no saben lo difícil que fue llegar aquí, aunque por casualidad, para que me anden diciendo que no soy nadie, un error, la utilería equivocada. ¡Pendejos, qué se creen! Ahí están las cartas cuidando la puerta. Me impiden el paso. Como sé que no me dejarán, se me ocurre la única posibilidad: "Tengo cita con la Reina para que me corte la cabeza". Se miran desconcertados, seguro nadie viene por voluntad propia. Eso no impide que dejen de tratarme como a una condenada, así que me arrastran hasta la habitación donde ella se encuentra. Me barre con esa mirada despectiva, para añadir:

–¿Y tú?

–Vengo a que me corte la cabeza -lo digo con firmeza, aunque por dentro existe la lucha entre el orgullo y el terror. Ella me rodea, mira mi cuello, orejas, rostro.

–Es muy pequeña.

–¡Qué!

–Eso, niña, que es muy pequeña y... común. No puedo cortarla -entonces, la cólera empuja mis poros apretando la dermis hasta encontrar salida por mi boca.

–¡Yo no soy común, ni pequeña, ni estoy equivocada! ¡Tú eres una cabeza hueca, con aires de superioridad, que no ha logrado nada en su vida sin amenazas! ¡Y me vienes a decir a mí pequeña! Te faltan cojones, eso es, insignificante, porque hasta una mujer en el cuento equivocado los tiene.

Mientras termino de decir esas barbaridades, le quito la espada al siete de picas, tomo impulso y ¡zas!, doy un corte certero en la yugular de la Reina de Corazones. Ahora todos me miran aterrados. Se siente bien esto de cortar cabezas.

© Mariel Norambuena Ugarte

Foto: Liliana Bianco

Ubicación: Domingo  F. Sarmiento 2715- Caseros - Tres de Febrero - Pica. de Buenos Aires – Argentina

Link: https://www.google.com/maps/place/Gral.+Manuel+Belgrano+%26+Domingo+Faustino+Sarmiento,+Caseros,+Provincia+de+Buenos+Aires/@-34.6069987,-58.5657607,3a,30y,96.43h,82.07t/data=!3m6!1e1!3m4!1skZhk0nek9u_L32bXWcJ2Iw!2e0!7i13312!8i6656!4m5!3m4!1s0x95bcb82334e9d947:0x789ee24f43ec3b3f!8m2!3d-34.6067953!4d-58.5657566

El arte en las calles de Tres de FebreroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora