Olvido

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No vivíamos juntas, pero si compartíamos tiempo con los niños en "familia" esa palabra ya no significaba para ambas. Siempre usábamos "estoy con los niños" no "en familia" cuando nos alejamos la dejamos de usar.
Al tiempo que me saque  anillo de compromiso  ella hizo lo propio y me lo devolvió, cosa que yo no. Ya no se quedaba por las noches porque era sexo y al otro día era muy difícil ya que yo al principio mal interpreté las cosas y ella se levantaba con mucha culpa. Por momento nos sentíamos usadas la una a la otra.
Los niños lo entendían, mientras estuviéramos juntas en sus momentos importantes ellos eran felices, por ende no me percaté de algún posible trauma. Salo siempre los checaba así que podía estar tranquila que los roles de madres se cumplían.

Maria Jose  no pasó por los niños para ir a su escuela y me llamó que le "surgió" algo de imprevisto y que no podía ir a recogerlos. Me pareció muy raro ya que conozco su agenda. Quiera o no tenia una vida monótona y eso le gustaba. Deje a los niños en sus actividades, karate y danza, salí directamente a verla capaz realmente necesitaba que la ayude en algo y era también debo admitirlo una forma de pasar tiempo con ella.
Llegue a su casa, porque supuse que estaba ahí y toque el timbre. Yo tengo las llaves pero necesitaba respetarla.
Ella abrió la puerta riéndose con alguien, conversando, y su sonrisa era hermosa tan hermosa que hacía tiempo no se la veía y cuando la observé así no me quedó otra que devolverle el gesto y le sonreí. Ella se quedó parada en el umbral, incómoda porque yo estaba ahí y su cara se transformó de un momento al otro.
- Paulina, ¿pasó algo? Porque no me llamaste, los niños están...
- Ellos están perfectos pero pensé que podía ayudarte en algo. ¿Vino Puri? - en mi inocencia pensé que esa aura de felicidad era por su hermana pero me equivoqué. De la cocina salió Claudia riéndose con un plato de frutas y dulces caseros y me observó sentándose en los sillones del recibidor.
- Hola Paulina
- Vino claudia - María José me miró muy incómoda
- ¿Vino Claudia? ¿Por eso no fuiste por los niños? No lo puedo creer.
Ella me saco al pasillo y esto me recordó a la última vez que había escuchado su voz
- Paulina cálmate, te avise con tiempo. Fui a buscarla al aeropuerto.
- ¿Ustedes están juntas?
- Eso no te importa
- Majo, yo necesito saber... si me importa, quiero saber si vamos a poder tener alguna chance de volver a estar juntas. - lágrimas caían por mis ojos, estaba hiperventilandome
- Mejor haz tu vida Paulina - y esas palabras me atravesaron completamente
- Y que? ¿Le vas hacer el amor pensando en mi? - reclame gritando para que escuche
- No, tal vez esa herida se cerró y finalmente pueda hacer mi vida.

Mi corazón se destruyo, se hizo pedazos y no sabía qué responderle. La miré y me quede callada inmóvil, quería correr de ahí. Teletransportarme, morirme, no lo sé.
- está bien- fue lo único que le podía decir. Esto era el punto final a una hermosa historia que habíamos tenido.
Me acomode, pensé que iba caminando a los tumbos pero pude mantener la línea recta al elevador. Escuchaba el "Paulina, ven por favor" pero si dejaba de caminar me iba a caer. Subí. Toque planta baja enorme y en rojo. Cuando las puertas se cerraron yo me quebré. Estaba en el piso 13, sentía que el corazón se me iba a salir, lloraba y apenas se abrió yo salí disparada. Corrí a mi auto, lo arranqué como pude y maneje.
Se que pase varios semáforos en rojo porque escuchaba el claxon de los demás autos pero no podía ni vivir con esto que tenía. Aparqué como pude enfrente del cabaret y me tumbé en el asiento del acompañante. Sentía que mi corazón se rompía en pedazos, sentía que me arrancaba la piel del cuerpo. Otra vez la había perdido, nuevamente me sentía totalmente sola. Algo en saco de ahí y fue mi hermano que golpeaba la puerta del auto. Él se preocupó y forzó la puerta del acompañante y me sacó de ahí. Abrió la puerta y me sentó en el asiento.
- ¿Paulina, Pau? Qué pasa hermana que tienen los niños ¿están bien?
- ¿Mis hijos? - tome mi celular y llame por teléfono. Yo necesitaba saber cómo estaban.
Al primer timbre me atendió Mar que su hermano había comido y que habían estado muy agotada la clase de danza. Los salude y corte. Observe que María José no me había marcado ni una sola vez. Yo ya no le importaba. Me dolía en el cuerpo y en mi corazón. Bajé del auto como pude y subí a mi oficina. No podía ni hablar. Solo les pedí que me dejaran sola. Me recosté en el sillón, capaz y con suerte me moría

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