Capítulo 2. (Actualizado)

200 33 1
                                    

Pedir perdón de rodillas no fue suficiente para Enders, el que no hubiera pasado la noche en su casa lo puso furioso y su ira solo empeoró cuando dije que visité a unos viejos amigos. Al parecer me veía con cara de ser de su propiedad, ya que me hizo una escena de celos memorable que sólo avivó mis ganas de sacarle los ojos con aquella navaja con la que me amenazaba.

Alzó su mano dispuesto a abofetearme, pero la voz de su mayordomo lo detuvo, me salvó. Enders salió hecho una furia y me dejé caer en la cama mientras pasaba mis palmas por el rostro e intentaba relajarme. Sentía unas inmensas ganas de llorar, pero sabía que no podía, pues elegí quedarme ahí, rechacé estar con Albert para quedarme ahí y cumplir con ese deber que ellos no conocían y no deberían conocer.

Respiré profundamente y me decidí a continuar con mi farsa mejor que nunca, para enmendar ese terrible error creado por un capricho de amor y deseo. No podía permitirme tales cosas a menos que fueren para conseguir algo. Si ese hombre se enteraba de mis fallas... entonces podría darle la bienvenida a la calle sin problema alguno, o peor, debería despedirme de Albert por siempre.

Finalmente, nos encontramos frente al Noathic, un crucero de lujo en el que subían nobles y plebeyos. Estaba anonadada, pues jamás había visto un barco, sin embargo, eso poco le importó a Enders y prefirió irse a coquetear con unas mujeres que estaban entre la gente. Chisté molesta y, cuando quise irme, me tomó del brazo y arrastró hasta arriba mientras proclamaba tener derecho a adelantarse a toda la plebe e incluso se peleó con un hombre con apariencia de borracho con el que me encontré varias veces y levantó mis sospechas, pero ¿sobre qué? ¿Acaso las ideas de Enders ya se taladraban en mi cabeza? Me sacudí y tomé una copa de vino. Estaba sola, así que podría gozar un poco de esos lujos antes de que terminasen.

Mientras caminaba sumergida en mi cuaderno con las notas que tenía preparadas para ese hombre, choqué con alguien y le tiré su bebida encima. El miedo y vergüenza se apoderaron de mí y, mientras rogaba por su perdón, intenté limpiar la mancha con mi pañuelo sin éxito, hasta que una risa melódica me obligo a detenerme y alce la mirada para ver de quién se trataba. Entonces vi a un joven alto, delgado, de cabello azabache recogido en una coleta y la piel clara que aún sostenía la copa vacía de vino con sus delgados y finos dedos. Un hombre cautivador en todo sentido.

— Vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí? — preguntó una vez que terminó de reír.

— Señor, perdóneme por favor, no estaba prestando atención y yo... — guardé silencio cuando noté que tenía mi cuaderno en mano.

— Así que... escribes, ¿te dedicas a eso o sólo es un pasatiempo? — preguntó mientras leía.

— Me dedico a eso — contesté molesta por su indiscreción.

— Eres buena — apuntó al devolverme el cuaderno.

Le sonreí al agradecerle el cumplido y se abotonó el saco para cubrir la mancha lo más que fuera posible.

— Me encargaré después, por ahora cuénteme de usted, bella dama — indicó al entrelazar nuestros brazos.

Disgustada por su actitud, me alejé tras soltarme y le dediqué una sonrisa mientras rechazaba su oferta y aseguraba tener otro compromiso que me excusaba de ahí.

— ¿Cuál era su nombre? — pregunté antes de irme.

— Holmes — contestó con una sonrisa galante —, Sherlock Holmes. ¿Y usted?

— T/N, T/N Peters — contesté sonriente.

— Espero nos volvamos a ver, señorita Peters — dijo con una reverencia.

Sonreí divertida antes de desaparecer de su vista y sentí cierta familiaridad con él, como si ya lo hubiese visto en alguna parte o a alguien que se le parecía, pero nadie venía a mi mente.

Por la noche, mientras caminaba lentamente por el salón en busca de algo más que hacer, escuché una risa conocida que me picó los oídos e instó a mis piernas a correr lejos de ahí, sin embargo, cuando supe que hablaban de mí, me detuve y escuché con atención.

— Es una escritora, es obvio, tan sólo miren la tinta en sus guantes que se cuela desde sus dedos, observen su ensimismamiento, su postura y su atención en nuestra conversación — explicó galante.

— Lo lamentamos, señorita — se disculpó una de las mujeres —. Es sólo que jugábamos un poco y...

— No se preocupe, madame — dije al alzar una mano y sonreír —. ¿Podrían dejarnos solos un momento?

Asintieron nerviosas y le hicieron acordar al hombre que lo verían más tarde. Esperé a que se perdieran y me crucé de brazos al ver al joven que sonreía como si esa fuese su expresión base.

— ¿Acaso le molesta que lo sea? — preguntó en un tono coqueto.

— Me molesta que se metan en mis asuntos y vida privada — contesté con una sonrisa.

— Me temo entonces que deberá molestarse conmigo, señorita Peters — replicó burlón.

Entorné los ojos y lo miré fijamente, él sonrió y me tomó del brazo para llevarme a una zona con menos gente. Nos mantuvimos en silencio y pude observarlo mejor, así como percibir su aroma. Químicos... Cigarro. Fruncí ligeramente el ceño. Su postura... la de un músico o alguien muy correcto, pero no un noble, sus dedos tenían ligeros callos, lo que confirmó mi primera opción; tocaba un instrumento de cuerdas, violín, posiblemente.

— No eres una dama común, ¿o sí? — dedujo de repente, cuando estuvimos en uno de los balcones.

— Dígame sus sospechas, después veremos qué contestaré.

— Me quedé pensando en lo que leí de su cuaderno — explicó — y recordé dónde leí un estilo similar — hizo una pausa y su sonrisa fue afilada —. Las he leído en el periódico. Usted disfraza sus noticias como historias en el periódico para así alertar a la policía sin ser descubierta.

Reí ligeramente y alcé la mano para apuntarle al cuello con el filo del anillo que siempre llevaba puesto. Su cuerpo se tensó, pero no pareció asustarse.

— Tiene buen ojo, señor Holmes — acepté con una sonrisa —. Sin embargo, no me puedo arriesgar a ser descubierta por nadie.

— ¿Y acaso piensa matarme? — inquirió, pero pareció más un reto.

Me mantuve en silencio, firme. Si era necesario, lo haría. El lugar no era tan malo. Estaba el mar, era de noche y no había nadie a nuestro alrededor. Él pareció considerarlo también.

— Tienes mi silencio, no te tomes las cosas tan en serio — aseguró en su tono despreocupado —. Somos del mismo bando, nunca iría de bocón.

— Más le vale, Holmes — advertí con seriedad.

Me alejé de él tras ello y desaparecí de su vista, por lo que me topé con aquel hombre sospechoso de en la mañana. Algo andaba mal.

¡Hola! Lamento haber tardado tanto en actualizar, pero se me atrevesaron varias cosas, aun así, seguiré con esto. ¡Nos vemos! 

Amor Criminal (Edición) || Sherlock Holmes x T/NDonde viven las historias. Descúbrelo ahora