𝕬𝖓𝖔𝖒𝖆𝖑𝖞 ╰┈➤ [ELIJAH MIKAELSON] [1] [Español]

𝗲𝗶𝗴𝗵𝘁𝗲𝗲𝗻. 𝗍𝗁𝖾 𝗋𝖾𝖼𝗄𝗈𝗇𝗂𝗇𝗀

𝐗𝐕𝐈𝐈𝐈. ¡𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐃𝐈𝐄𝐂𝐈𝐎𝐂𝐇𝐎!
❛the reckoning❜

Audrey soltó un pequeño gemido, rodando sobre su espalda mientras abría los ojos. Recordaba el almacén, recordaba la mirada furiosa de Klaus, y luego todo se volvió negro. Colocando las manos sobre la superficie blanda, se incorporó y miró a su alrededor, con una sensación de familiaridad que la golpeó al instante. El espejo con fotos suyas y de sus amigos pegadas en los bordes, la estantería de la esquina junto a su silla, que rebosaba de la colección de libros que había acumulado a lo largo de los años. El escritorio con su computadora portátil, con una pila desordenada de trabajos escolares olvidados a su lado, junto con su bote de papelería muy desorganizado.

Estaba en casa. Su edredón habitual estaba colocado encima de ella, y su surtido de almohadas apiladas cuidadosamente detrás de ella. Estaba en su casa, en su habitación, no en un almacén en el centro de Chicago. La confusión se hizo evidente en su rostro cuando miró a su alrededor, haciendo una ligera mueca de dolor al girar el cuello.

―Todavía te estás curando. ―Una voz habló. ―El dolor desaparecerá pronto.―

Sus ojos se dirigieron a la silla junto a su estantería, mirando con incredulidad. ―¿Elijah?―

―Hola, Audrey, ―Elijah la miró con una pequeña sonrisa. Se levantó y se sentó en el borde de la cama junto a ella. ―Supongo que tienes algunas preguntas.―

―Sólo algunas. ―Admitió, mirándole aturdida. No entendía qué estaba pasando, ni por dónde empezar. Volvió a echar un vistazo a la habitación y luego lo miró a él, la mirada que le dirigió la hizo comprender. ―Nada de esto es real, ¿verdad?―

―Me temo que no. ―le confirmó Elijah. ―Cuando Niklaus te rompió el cuello, el collar te envió aquí mientras utiliza mi curación para curarte. A un lugar donde te sientas segura. ―Explicó, haciendo un gesto alrededor de la habitación. ―Y debido a nuestro vínculo, me trajo aquí para asegurarme de que estabas bien.―

―¿Me rompió el cuello? ―Repitió ella, con los ojos muy abiertos. Entonces se dio cuenta de todo. Podía recordar los gritos de él, preguntando qué estaba ocultando, y luego los gritos de Rebekah mientras todo se volvía negro. ―Me ha matado. Estoy muerta. ―Soltó, su voz apenas superaba un susurro mientras se hundía.